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Mostrando entradas de 2011

Miguel Barrios Payares

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Sol/Off Por: Miguel Barrios Payares La tarde es frágil como las galletas de sal y el piso huele a desinfectante de hospital. Has dicho en alguna ocasión que el fuego pesa como las mentiras pero que las mentiras son más calientes y más incómodas de llevar. El piso está frío, mi cuerpo está desnudo y casi tan frío como el piso. Quiero escribirte algo con buena tinta, algo así como una conversación estilo libre donde parezca que prestas atención y donde yo aparente decirte algo importante. No hay hormigas ni ningún bicho en el piso, sólo se respira una incómoda blancura y seguro desde el suelo se debería ver mejor el techo, con las imperfecciones propias de todos los techos pero, no se ve nada diferente que si mirara hacia arriba estando de pie. En la pared, el suiche de la bombilla está en off y afuera, el sol está entre nubes y eso es algo similar a estar en off. Las ventanas cerradas reciben el golpe del viento aunque la vibración no es muy perceptible, pero están un poco empaña

Dankir Ortiz

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Por: Dankir Ortiz. JURAMENTO DE MIS PASOS Segundas circunstancias sólo existen en el territorio de las pisadas constantes. Miles de ojos persiguen mis pasos entre bolsas plásticas con rostros… No necesité morir para saber que sólo la mirada devuelve el hambre a mis pisadas y las convierte en fruto de los postes. JURAMENTO DE UNA NO RAZÓN Lo contrario a la verdad es verdad. A la prohibición se suma la imposibilidad aceptada mientras continúan los partos alimentando a las hambrientas                                              cruces. El niño que se saca los ojos para apreciar el color                                    de la historia, es quien le da color. Y de una barba inequívoca se desprenden mariposas. Continúan las preguntas... vístete. ÉL... “no-útil” – como el café que se niega a termina         con mi mirada – cierra un libro como                             piernas y la tinta se s

Diógenes Armando Pino

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Un secreto para ser contado Por: Diógenes Armando Pino Avila A Joaquín y Arquímedes, y a todos los que como yo, también tienen sus amigos. 1 Este es un secreto que he guardado toda la vida y que hoy después de consultar con mamá y obtener su visto bueno te lo quiero contar, para que sepas de primera mano qué es lo que pasa y no le pongas atención a las murmuraciones. Tu compromiso es: escuchar y no repetir, pues debes guardar mi secreto y no traicionar la confianza que deposito en ti. Comenzaré contándote que desde muy niño tengo un amigo, creo que antes que yo naciera ya contaba con su amistad. Su nombre es Miguel, ¿Miguel qué? Hummm, no se su apellido, nunca me lo ha dicho, o mejor, nunca se lo he preguntado, pues sí, ¿para qué el apellido? si siempre estamos los dos solos y tenemos que jugar y hablar escondidos donde nadie nos vea.       Joaquín Cuando niños sí, jugábamos delante de la gente y permanecíamos hablando de cualquier cosa, temas de niños, digo yo

Diógenes Armando Pino Avila

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El peso de la carreta Por Diógenes Armando Pino Ávila La lluvia de fuego que el sol emite, castiga su cuerpo sudoroso.  Empuja resoplando la carreta donde carga su esperanza desvaída. Los autos pasan rugiendo a su alrededor, en una danza de muerte que hace algunos meses aprendió de memoria. No siente miedo, no es que sea valiente, es que engavetó su miedo en lo más profundo de su alma. Algunos conductores le lanzan improperios. No responde. Solo empuja su carreta con el terco afán de salir de esa avenida que ostenta un nombre de prócer de la independencia. El semáforo cambia a verde, él se apresura a cruzar a la izquierda, busca la calle más tranquila y de escaso tráfico, la que lo conduce al barrio de clase media donde tiene su clientela. Se detiene con su carreta bajo la sombra que proyecta un árbol en la acera. Descansa, disfruta de la suave brisa que golpea su rostro y mitiga su amargura. El sol está ahí, acechándole con odio, a dos metros, esperándolo fuera de la sil

Rodolfo Lara Mendoza

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No hay brecha entre nosotros y la Tierra No hay brecha entre nosotros y la Tierra Por eso sé que es mía la mano de humedad que resucita tus nostalgias cuando llueve Y ese amplio bulevar de tus dolencias que suelo recorrer también cuando no estás conmigo No hay brecha entre nosotros y la Tierra Y el pájaro que canta en tu mirada sacude con sus alas este montón de hojas que soy Pedido poco usual para una muchacha de tienda He esperado hasta el silencio de la tienda para hacer mi encargo, he aguardado hasta los últimos pedidos para hacer el mío: “un cuarto y cuatro onzas de cielo” que tú con tu presencia,  muchacha, me brindas por adelantado Así que acabo por solicitar otra cosa: galletas o mandarinas que sacas de una caja como de un sombrero, yogures que justifican mi espera hasta el silencio, hasta ese corazón que guardas en el anaquel más alto A veces, por descuido, solicito algún artículo agotado, y niegas en la flor de tu tristeza como quien vu

Alvaro Maestre Gracía

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La imperfecta creación Debió Dios estar cansado cuando decidió hacer al   hombre.  Tanto   que   al   día  siguiente descansó. Supuestamente lo hizo un viernes y es comprensible  su cansancio. ¿No estamos los viernes exhaustos todos? Estaba Dios en el Chat-EI-Arab y decidido  a hacer su obra cumbre.  «Esta vez no ordenaré, dijo el Señor; voy a manufacturar al hombre». Tomó un poco de barro y amasándolo le dio forma y soplándolo le dio vida. El barro  escogido  debió  ser  de  mala  calidad—lo sospecho—porque aunque allí quedaba el Paraíso Terrenal, hoy es un desierto. (¡Tanto barro bueno en Ráquira y en Valencia de Jesús!). Sospecho que era de mala calidad porque   de todo lo hecho por Dios, el hombre  es lo más imperfecto. (Me da temor pensar, siquiera, que Dios haya sido chambón. (No lo pensaré! La culpa es del barro). Y empezó el hombre a resquebrajarse en todo; le llegó al hombre el aburrimiento y la soledad y Dios le hizo la mujer. (Pudo haberle  hecho la televisió

Oscar Parra Barrios

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(Poemas tomados del libro: "Festejo de lo perdido") ESTE SILENCIO que derrama la poesía viene envuelto en un manto  de asombro. ¡Y cae... ...cae! ¡Dios. mío!... haz que el vacío sea menos filoso. SOPLO  DE TI EMPO a Bélgica Quintana Hay un viento en el hueco del silencio -pasos que arborecen- Mientras las horas se beben mi último reflejo ... Sucede que me hago luz al otro lado de las estaciones AL OTRO  LADO DE LAS ESTACIONES la ciudad contempla su funeral de risas - Átame al silencio - Sepúltame bajo los mágicos flirteos que arden a cada instante en la lejanía de la infancia HUESOS DERRAMAN SUS HUELLAS en el afanado abandono de los miedos ¡Ay, dolor! ... Deja de alegrarte por lo que no ha ocurrido. OLVIDO Déjame abrazarte También estoy cansado de ese imperio absurdo de soledades Bitácora de los trenes:  déjame cavar en ella mi propio suspiro o lo poco que me resta  por

Yadira Vega Mendoza

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(Tomado de Revista Letras. Número 2, año 1, octubre de 2011) Héroes de guerra Como bejuco seco su brazo reposa y su enlutado cuerpo lloró de ira. Los dedos emprendieron la partida  llevando un apellido hasta la fosa. Su aliento fúnebre. Esa sonrisa perdida en el tiempo, con su mirada opaca y un lápiz le exigía a su brazo izquierdo. Cayó el sombrero, cubrió su sombra, dejando ver arrugas en su frente y con alfombra de prisioneros, amontonados indiferentes. Hechos Crecen manos abriéndose espacios en la tierra santa. Lloran los hombres para ahogar su ignorancia. Corre el deseo para estrellarse contra cuerpos ansiosos. Se descalza el espíritu para tocar la alfombra de antojos. Se escupe el lodo con sabor a ajenjo. Respiro el aroma a carne cruda y en mi pupila destierro la belleza engañadora de mi ello. Forcejeo con mis rodillas para no venerar tu figura. Solo me someteré  a mí misma. Amo mi tierra Anochece en mi piel y en el letargo

William De Ávila Rodríguez

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Confesiones crepusculares en la heladería (Tomado de:Revista LetrasNúmero 2, Año 1. Octubre de 2011) Estuvimos en la heladería de la esquina, al lado de mi casa, allí nos alcanzó a sorprender la luz parda de la noche. Pedimos  cervezas, helado  de  chocolate, maníes y mentas. Nos untamos las bocas de acidez, miel y besos, rompimos la timidez del primer encuentro sin cita previa. Apuramos la bebida que corría espumeante por las gargantas. En medio  de nuestras voces y risas, nos  quedábamos callados y nos mirábamos los rostros, nos mirábamos a los ojos y cuando allá en el fondo de las pupilas descubríamos el secreto o el deseo del otro, reíamos con complicidad y alguno de los dos buscaba los labios esperantes de caricias y mordiscos. Deslizaba mis dedos en medio de su pelo recién pintado, que  le caía en el borde  de  los hombros, y mis yemas viajaban por el nacimiento de su espalda, se estremecía y me quitaba la mano  diciendo:"¡necio!" Habló de las lluvias