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Mostrando entradas de marzo, 2012

Diógenes Armando Pino Avila

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Más vale llegar a tiempo... Por: Diógenes Armando Pino Avila El sol comenzaba a calentar, abriéndose paso a la fuerza, por entre una maraña de nubes viajeras, que habían perdido el paso del viento encima del villorrio. La mañana era opaca y algo fría. Por ello, Emperatriz Sajonero, ese día, por primera vez, en sus ochenta y tantos abriles desgastados a la orilla del río en tardes de dominó y noches de tamboras; había perdido la costumbre de madrugar. No oyó los gallos y por tanto su reloj biológico lo traicionó. Despertó con una enorme pesadez, dolor de cabeza y amargor en la boca producto de la resaca acumulada de sus ochenta y tantos abriles bien vividos y mal gastados, como él mismo decía. Al momento de abrir la única y angosta ventana de su aposento y mirar la luz del día que se colaba por entre las hojas del astromelio blanco, que quedaba junto a ella, sintió en su olfato el agradable olor a flores. Sin saber por qué, relacionó este olor con la muerte, y desde ese mome

César Enrique Parejo Fonseca

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La huelga Por: César Enrique Parejo Fonseca −Abuelito −preguntó la nieta,  sentada en las piernas del abuelo− ¿por qué,  para que los burros caminen ligero  hay que  echarles besitos? −¡Ah! −respondió el  abuelo− ésa  es una historia  vieja, bastante vieja. −Cuéntamela, abuelito, ¿sí? −¿Ahora? ¿Por qué  no la dejamos  para otro día? −Ahora, abuelito, que tengo curiosidad por saberlo. −Está bien, te  la voy a contar, pero presta  mucha  atención. −Estoy  atenta y prometo no  interrumpirte.  −Sucedió en  un  pueblo del  Oriente, donde se dice que empezó la humanidad; allí los asnos  se acogieron al alero del  hombre, para  que  él los protegiera de  los tigres y los leones, y a cambio  ellos, los asnos, le servirían de  medio  de  transporte. Así, por  este acuerdo,  el hombre se comprometió a cuidar del asno y alimentarlo; a cambio, el asno le servía de  locomoción donde quiera que  el hombre precisara ir. Como el hombre de aquella  época era nómada, se veía oblig

Edelma Zapata Pérez

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Ritual con mi sombra  Por: Edelma Zapata Pérez Miedos ancestrales Vengo de miedos ancestrales símbolos metálicos me aprisionan en la vasta soledad de ensoñaciones escucho la voz de los tambores dialogando con el vuelo de los muertos Os convoco Dioses Tótems Al mundo visible e invisible Todos venid con vuestros rayos fulminantes A liberar mi tribu. 2 La carimba me habla de barcos fantasmas que cruzaban los mares. La carimba me habla de animales sin alma lamentos estrellados La carimba enmudece, eran hombres palomas sin cadenas luciérnagas que alumbran  y apagan sus sombras. 10 La cumbia inicia el baile, Dulce contoneo  de los pies Sobre la arena húmeda, El  llega a chorros a las gargantas, La sangre hierve. Son de tamboras y de gaitas, Ritmo de goce y candela, El  cumbión alza su vuelo,  Oración al dios de la parranda. Ritual con mi sombra 13 Llegaste como huésped Te has quedado en casa

Alberto Peñaranda Zequeda

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La tonalidad de sangre en el río  Por: Alberto Peñaranda Zequeda Los recuerdos declararon la guerra al general en retiro Foster Maxwell. Casi todas las tardes suele dedicar tiempo contemplar la fotografía a colores de una  migaja de la botella de Hué. Llovía un poco. Siete  civiles vietnamitas se protegen del ardor del tiroteo en un recodo del rio Perfume. El agua les llega a la cintura y apoyan el tórax en la pendiente de la selva. Tres de las mujeres dan la espalda a la cámara; la cuarta en la fila carga en brazos a un niño que mira de frente. Más tarde caerá abatido. Un hombre viejo refleja en el rostro los confusos argumentos de la tristeza, como los viejos que se creen con derecho a las falsas caridades y en este sentido fracasan lentamente. La última mujer parece esperar algo en el ángulo superior derecho de la fotografía. Mira a un soldado norteamericano que camina con el agua a la altura de las rodillas mientras hace equilibrio con los brazos. Cada vez que el gen