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Mostrando entradas de julio, 2010

VIAJE AL CENTRO DE UN GRANITO DE ARENA

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Por: Rodolfo Raúl Reyes Núñez Tomado del libro: Cuentos Ribereños Harold vivía con su abuelita a la vera del camino, muy cerca de la población. La anciana era muy devota, y todos los domingos iba a misa, estudiaba quinto grado e iba todos los días a la escuela, con su porta libros a la espalda. Allí, guardaba celosamente un granito de arena, que hace cierto tiempo le había despertado la curiosidad. Por tal razón, cuando estaba solo, lo desenvolvía, lo observaba detenidamente y lo volvía guardar. Harold deseaba saber qué había dentro de aquel granito de arena. Un domingo, la abuelita se fue a la misa y recomendó al niño no salir de casa hasta que ella regresara. Cuando se sintió solo, colocó su mesita de trabajo cerca de la ventana, por la cual penetraban los rayos del aquella mañana, dando al chico la gran oportunidad de observar otra vez el granito de arena bajo la más poderosa de las luces. Es bueno adelantar que Harold tenía un amiguito secreto, con el cual conversaba cuando es

Bolívar acude a una cita

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Por: Julio César Londoño AUNQUE GABO NO ES UN ESCRITOR delicado, hay un pasaje de El general en su laberinto que parece escrito con pincel. La escena tanscurre en Kingston, Jamaica. Bolívar hipnotiza al auditorio con sus relatos de páramos, triunfos y traiciones. De repente entra al salón una mujer que lo deja mudo. Es Miranda Lindsay, la esposa de un rico hacendado inglés. Ella también está impresionada. Es la primera vez que está frente al Libertador. Óseo y pálido, con patillas y bigotes ásperos de mulato y con el cabello largo hasta los hombros, parece mucho mayor de sus 32 años. Tiene una corbata blanca y una gardenia en el ojal. “Vestido así, en una noche libertina de 1810, una puta galante lo había confundido con un pederasta griego en un burdel de Londres”. A la hora del té, Bolívar aprovecha un momento de voces altas para pedirle una cita. Miranda le regala su mejor sonrisa y sus ojos dicen mil cosas… entre ellas no. Pero días después él recibe un mensaje insólito. Es

El caso Vespucio, según Zweig

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.Por: Fietta Jarque 20/07/2010 Tomado de: http://blogs.elpais.com/papeles-perdidos/2010/07/el-caso-vespucio.html#more América. Un nombre equivocado para todo un continente. Una sarta de malentendidos, mentiras y medias verdades que adjudicaron ese nombre nada menos que al Mundus Novus. Al paraíso terrenal que los europeos del siglo XVI, hundidos en guerras, abusos, pestes y pobreza vieron como una esperanza de pureza, redención, de fortuna. Como el auténtico Edén bíblico. Lo único que hizo este florentino fue escribir un cuadernillo en forma de cartas, relatando de forma amena lo que decía haber visto en estas nuevas tierras descubiertas por Colón. Pero mientras el genovés persistía en considerarlas como islas y costas de la Indias, Américo Vespucio (Florencia, 1454-Sevilla, 1512) fue el primero que las reconoció como territorio desconocido y nuevo, entre Europa y Asia. Se ha recuperado un delicioso texto de Stefan Zweig, Américo Vespucio. La historia de un error histórico (Capitán

La monja del hospital

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Por: Nestor Quiroz Moreno Del libro La Monja del Hospital y otros Relatos. Los dolores borrascosos que sentía en la boca del estómago me mantenían malhumorado. Una noche, justo cuando esos dolores al¬canzaban su mayor intensidad, alguien se acercó sigilosamente por detrás de mí al mismo tiempo que me decía en tono agradable que yo tenía cuerpo de boxeador. Torcí la cabeza hacia la persona que hablaba y su aire de pureza me dejó encantado. Era una monja grandota (raro, pues la mayoría de ellas son chiquitas), de cara angelical (más raro aún, porque no todas son atractivas). El uniforme inmaculado que llevaba con devoción y elegancia, la identificó como toda una autoridad y no como el fantasma que me perseguiría durante todo el tiempo que estuve hospitalizado. El encanto de su presencia momentánea terminó con mis dolores y con el mal humor. Inmediatamente después ella apagó la luz de la habitación 213 y yo cogí el sueño pensando en lo que sería de mí el martes, día de la interven

¡Y nos creíamos muy vivos!

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Por: Daniel Samper Pizano Tomado del diario El Tiempo del domingo 18 de julio 2010 Desde niño oigo chistes que celebran la viveza e inteligencia de los colombianos. Son cuentos que empiezan diciendo: "Se encuentran un gringo, un ruso, un español y un colombiano y...". El desenlace siempre pone al colombiano por encima de los demás y refuerza nuestra idea de que Dios nos bendijo con un entendimiento superior. Pues bien, tengo dos malas noticias sobre la "superinteligencia colombiana". La primera es que los chistes que nos aplicamos en vanidoso ejercicio son universales y se oyen en el mundo entero con otros protagonistas. La segunda es que es falso que seamos muy inteligentes. Al contrario: una reciente investigación revela que ocupamos un lugar mediocre en la tabla de Coeficiente Intelectual del planeta. Estamos en el puesto 92 de 184 países, empatados con otros 19. El Coeficiente Intelectual (CI o, en inglés, IQ) es un índice que mide la inteligencia más al

I Parte--Charla "El Taller Literario" Por Cesar Melis

II Parte--Charla "El Taller Literario" Por Cesar Melis

III Parte--Charla "El Taller Literario" Por Cesar Melis

IV Parte--Charla "El Taller Literario" Por Cesar Melis

Autores defectuosos

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Por: Julio César Londoño LA CRÍTICA LITERARIA MODERNA empieza con Poe, principio y fin de todas las cosas. Antes, había sido un género despistado. La crítica fue moralista con Platón, ese gran escritor que expulsó a los poetas de su República por considerarlos sujetos peligrosos; y errados porque trabajaban apenas con palabras: sombras del eco del arquetipo. Luego la crítica fue terapéutica con Aristóteles, el catártico, un precursor de los autores de superación, un buen hombre convencido de que los dramas eran como nuestros “dramatizados”, es decir, ficciones cuyo fin era exhortarnos al bien mostrándonos las horribles consecuencias del mal. Después de que Horacio teorizara algunos preceptos sensatos sobre el arte de la composición literaria, la crítica se extravió durante diecisiete siglos y fue alegatos de poder en los alcázares del Cid, marañas teológicas en los círculos de Dante, retóricos escolásticos en las aulas catedralicias, filósofos perplejos en el gabinete de Fausto, o

Manuel Mejía Vallejo: UN REBELDE PROVINCIANO Y UNIVERSAL

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Por: Rubén López Rodrigué rdlr@epm.net.co «Describe tu aldea y serás universal», decía Tolstoi. Y Balandú, un pueblo mítico acurrucado al pie de la cordillera y donde el tiempo se había detenido, es un universo imaginario como el Macondo de Gabriel García Márquez. Aunque se hable del provincialismo de Manuel Mejía Vallejo, esto no impide la universalidad de quien se adentró por el camino de la angustia existencial del hombre de hoy, incluida la violencia que lo destruye a sí mismo, igual que la libélula devora su propio cuerpo. Al jubilarse como profesor de español y literatura en la Universidad Nacional de Medellín (dos años antes había fundado el Taller de escritores de la Biblioteca Pública Piloto), se dedicó de tiempo completo a beber de la literatura como fuente de gozo estético y de conocimiento. Y ello en la doble dimensión de recorrerla sin quedarse a la vera del camino y de hacerla por caminos que se sumaban kilómetro a kilómetro al mapa de su viaje. Forma, sentido y profu

Un narrador en la intimidad

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Enviado el Miércoles, 14 de Julio del 2010 (15:52:56) En este texto exclusivo, el narrador chileno Roberto Bolaño —quien murió un 15 de julio, hace siete años— nos asoma a los laberintos de su escritura con su característico humor. Publicado en La Ventana de Casa de Las Américas Cuba. por Roberto Bolaño Mi cocina literaria es, a menudo, una pieza vacía en donde ni siquiera hay ventanas. A mí me gustaría, por supuesto, que hubiera algo, una lámpara, algunos libros, un ligero aroma de valentía, pero la verdad es que no hay nada. A veces, sin embargo, cuando soy víctima de irrefrenables ataques de optimismo (que finalizan, por otra parte, en alergias espantosas) mi cocina literaria se transforma en un castillo medieval (con cocina) o en un departamento en Nueva York (con cocina y vistas de privilegio) o en una ruca en los faldeos cordilleranos (sin cocina, pero con una fogata). Metido en estos trances generalmente hago lo que hace toda la gente: pierdo el equilibrio y pienso que s

Historia de un buen Brahma

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Por: Voltaire En mis viajes encontré un brahma anciano, sujeto muy cuerdo, instruido y discreto, y con esto rico, cosa que le hacía más cuerdo; porque como no le faltaba nada, no necesitaba engañar a nadie. Gobernaban su familia tres mujeres muy hermosas, cuyo esposo era; y cuando no se recreaba con sus mujeres, se ocupaba en filosofar. Vivía junto a su casa, que era hermosa, bien alhajada y con amenos jardines, una india vieja, tonta y muy pobre. Díjome un día: Quisiera no haber nacido. Preguntéle porqué, y me respondió: - Cuarenta años ha que estoy estudiando, y los cuarenta los he perdido; enseño a los demás y lo ignoro todo. Este estado me tiene tan aburrido y tan descontento, que no puedo aguantar la vida; he nacido, vivo en el tiempo, y no sé qué cosa es el tiempo; me hallo en un punto entre dos eternidades, como dicen nuestros sabios, y no tengo idea de la eternidad; consto de materia, pienso, y nunca he podido averiguar la causa eficiente del pensamiento; ignoro si es mi en

LARGO ABRIL PARA LA CABEZA DE MI ABUELA

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Por: Beethoven Arlantt Sólo en abril cantan las chicharras. Algunas duran cantando hasta la primera semana de mayo. Pero abril es el centro de su canto. Siempre cantan durante el día. Por eso mi abuela despertó sobresaltada, hace varios años (durante una madrugada de febrero), cuando escuchó un chicharreo de repente rompiendo su sueño. Despertó asustada porque las chicharras nunca cantan a esa hora. Se enderezó en su cama-troja, se sentó y sacudió la cabeza (como los perros mojados) para botar el zumbido. Pero el chicharreo pegajoso se quedó pegado a sus oídos. Sin preocuparse, recordó que era febrero. Entonces pensó: «No es abril y ya están cantando las chicharras. Las chicharras están cogiendo la costumbre de los gallos» Pensó eso, y se levantó a dar vironda en sus cuartuchos y se perdió en el laberinto de las hamacas de sus nietos estudiantes y sólo acallaron sus chicharreos cuando empezó a gritar: — ¡Levántense a estudiar, 'jaraganes' del dianche! Que esta es la hora cu