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Mostrando entradas de junio, 2012

Gustavo Tatis Guerra

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Nadie es inmune a las metáforas Se había deslumbrado con aquella metáfora inusual del poeta americano E. Cummings: “La terrible cara de Dios, más brillante que una cuchara”. ¿Por qué terrible, por qué brillante?, se preguntaba mientras devoraba con ansiedad, cucharadas de garbanzos revueltos con arroz. No había consuelo para aquel peregrinaje sin regreso. ¿De qué luz de penumbra había nacido aquello que lo encantaba? ¿Acaso de la luz nunca oscurecida de aquel verso de San Juan de la Cruz? Esta vez el amanecer lo había dejado sin aliento, con una iluminada desazón, al final de una cacería despiadada en la que nadie vendría a despertarlo ni rescatarlo de aquel abismo insondable en el que había descendido tras el espejismo de una metáfora. Hara-kiri El viejo almirante Oshibo, luego de hacerse el hara-kiri, entró a la muerte, luego de una tremenda agonía. No quiso acelerar lo inexorable. Antes que alguien se le ocurriera darle un golpe de gracia, él había dejado e

José Sarabia Canto

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Foto tomada de:  http://ensuncho.blogspot.com Aun cuando su nombre es José Sarabia Canto, titulamos canta porque este poeta en Río de Luna, canción para un caballito de palo, no hace otra cosa distinta que cantar con esa forma tan peculiar suya de vivir la vida bajo una tonada eterna de marinero que ama el amor. Después de navegar por mares y ríos, José Sarabia se ha quedado en el puerto de Magangue amamantando sus fantasmas, protegido por el hado tutelar de don Antonio Botero y de muchos amigos que se ha granjeado en esos lares. José es hoy la voz del río y de la tierra Excelso fumador de naturalezas, bacán de barrio, viejo lobo de mar, putañero, trasnochador, ha sido capaz de fumarse tres libros rojos de Mao Tse Tung y dos biblias Reina Valera, para saciar su necesidad de viajar en espacios pequeños por el universo. Su poesía es él. Su vida misma, venciendo toda precariedad es un poema. Para que todos caigan en la cuenta de lo que surge de José Sarabia Canto,

Héctor Rojas Herazo

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La Casa entre los Robles A un ruido vago, a una sorpresa en los armarios, la casa era más nuestra, buscaba nuestro aliento como el susto de un niño. Por sobre los objetos era un tibio rumor, una espina, una mano, cruzando las alcobas y encendiendo su lumbre furtiva en los rincones. El sonido de un hombre, el retrato, el reflejo del aire sobre el pozo y el día con su firme venablo sobre el patio. Más allá las campanas, el humo de los cerros y en un dulce y liviano confín, entre la brisa, el pájaro y el agua levemente cantando. Todos allí presentes, hermano con hermana, mi padre y la cosecha, el vaho de las bestias y el rumor de los frutos. Adentro, el sacrificio filial de la madera sostenía la techumbre. Una lluvia invisible mojaba nuestros pasos de tiempo rumoroso, de fuerza, de autoridad y límite. Pasaba el aire suavemente, buscaba sombras, voces que derramar, respiraba en los lechos, dejaba entre los rostros su ceniza dorada. Era entonces el día de hojas,

JOSÉ FELIX FUENMAYOR

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LAS BRUJAS DEL VIEJO CRÍSPULO Por: JOSÉ FELIX FUENMAYOR No, Don Pepe, brujas como esas de que usted me da noticia no las tenemos por aquí. Las brujas de nosotros no se empandillan por hacer daños en los sembrados; tampoco se juntan en montonera chillando y dando brinquitos de bailarinas. Y no faltaba más, que se enfiestaran con el Demonio, si hasta le sacan el cuerpo cuando pueden, porque siempre lo tienen detrás. Y no voy a negarle que algunas han echado su monstruo al mundo; pero jure usted que se las cogerían dormidas, pues de voluntad no encontraría una sola el tal Satanás que se le pusiera de candelero. Otra cosa le digo: no saben montar palo de escoba. Y ni hablar de ninguna parecida a esas grandes señoras que usted me cuenta, muy casadas, a quienes sus grandes señores, poco maridos, dejaban solas y encerradas por muchos días; y esperando entraban en comezón, y se volvían lobas de noche para salir a rascarse en las perrerías. Porque acá no se dan de esas. Nuestras bruja

ANDRES FELIPE LEAL QUINTERO

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POEMAS A AGUACHICA. l Intentaron escribir Tu sacra historia Con el filo del sable. Yo, Tomo mi pluma Acaricio tu vientre. Frescos prados En lo profundo del valle. Mientras una fresca brisa Llega del bosque lll Quiero cantar Un himno nuevo Donde tu imagen Sonriendo esté. Quiero decir Tiernos versos A tu belleza A tu querer. Remontar Sobre tu valle, Raudo lecho navegar Coronar la gran cumbre Donde hay miel y pan. V En un pasado Sólo existía Una niña De tersa piel. Te  bañabas En la mar del rio, Bajo los montes Mágicos del ayer. Llegó un hombre Cómo la leche, De tu carne virgen Se enamoró. Sobre el altar  De fértil Valle El divino himen Fue para él. Amarró a tus hijos Bajo el azote, Murallas de piedra Cuartearon tu piel. Aún resistes Bella señora Tendida en el Bosque Esperándome ver… Vl Un Cristo rey Abre sus brazos  A los que llegan A los que van