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Mostrando entradas de 2016

EL ESPEJO CHINO

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Cuento anónimo Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz y su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine. Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. Después, un poco confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo. Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas. La mujer le dio el espejo y le dijo: -Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa. La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija: -No tienes de qué preocuparte, es una vieja.

Un gato cruzando una esquina

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Escrito por Gabriel García Marquez Había cumplido cincuenta y nueve años, y era enorme y demasiado visible, pero no daba la impresión de fortaleza brutal que sin duda él hubiera deseado, porque tenía las caderas estrechas y las piernas un poco escuálidas sobre sus bastos. Parecía tan vivo entre los puestos de libros usados y el torrente juvenil de La Sorbona que era imposible imaginarse que le faltaban apenas cuatro años para morir. Por una fracción de segundo ―como me ha ocurrido siempre― me encontré dividido entre mis dos oficios rivales. No sabía si hacerle una entrevista de prensa o solo atravesar la avenida para expresarle mi admiración sin reserva. Para ambos propósitos, sin embargo, había el mismo inconveniente grande: yo hablaba desde entonces el mismo inglés rudimentario que seguí hablando siempre, y no estaba muy seguro de su español de torero. De modo que no hice ninguna de las dos cosas que hubieran podido estropear aquel instante, sino que me puse las manos en bocina

Se necesita un escritor

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Por Gabriel García Márquez No sería capaz de escribir un telegrama de felicitación ni una carta de pésame sin reventarme el hígado durante una semana. Para estos deberes indeseables, como para tantos otros de la vida social, la mayoría de los escritores que conozco quisieron apelar a los buenos oficios de otros escritores. Una buena prueba del sentido casi bárbaro del honor profesional lo es sin duda la nota que escribía todas las semanas. Esta servidumbre me la impuse porque sentía que entre una novela y otra me quedaba mucho tiempo sin escribir, y poco a poco como los peloteros iba perdiendo la calentura del brazo. Más tarde, esa decisión artesanal se convirtió en un compromiso con los lectores, y hoy es un laberinto de espejos del cual no consigo salir.

La naturalidad del discurso

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Por: Juan Manuel Parada Escribir es reescribir. Donald Murray ¿Imaginas los Doce Cuentos Peregrinos firmados por Cortázar o los Cronopios y Famas por García Márquez? Ambos son escritores de gran talla, influyentes, creadores de una prosa poderosa y distintiva, forjada en un estilo natural, nítido, libre de vana retórica. Su éxito como escritores se basa en lo único de sus estilos, sin duda poseen influencias de otros autores (¿quién no?) pero el hallazgo de sus obras radica en lo personal de sus voces y en la eficacia para contar historias. Contrario a una prosa natural, tenemos la artificiosa. Como principiantes tendemos a caer en la “imitación de estilos” o peor aún, en el juego del lenguaje “culto”, atiborrando la historia que contamos con palabras rebuscadas o frases altisonantes que más allá de dejarnos muy mal con el lector, apocan cualquier posibilidad que tenga la trama.

LA MUERTE DE TONORITO

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Por: Beethoven Arlan . Merlín Alqueciras, así se llamaba el hijo menor de Remigia Alqueciras del Cerro. Ella tenía dos hijos y vivía en Docora. Le decían Vieja Miya.

Antonio Gamoneda

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Viene el olvido La luz hierve debajo de mis párpados. De un ruiseñor absorto en la ceniza, de sus negras entrañas musicales, surge una tempestad. Desciende el llanto a las antiguas celdas, advierto látigos vivientes y la mirada inmóvil de las bestias, su aguja fría en mi corazón. Todo es presagio. La luz es médula de sombra: van a morir los insectos en las bujías del amanecer. Así arden en mí los significados.

Jorge García Usta

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Foto tomada de  http://www.eluniversal.com. LAS COSAS EN EL OJO DEL GAITERO Mírale el ojo al gaitero mientras sopla la música. Míralo a fondo. Oyes el agua invicta, los preparativos de la muerte. La mujer es mujer entre todas las flautas. El abeto ayuda al cantor a bien morir.

Sharon Olds

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  (dos poemas traducidos por Mirta Rosenberg,y otros dos por Ezequiel Zaidenwerg))  FIN Nos decidimos a abortar, y juntos nos volvimos asesinos. No cambió nada con el próximo período: estaba muerta, esa pareja joven que alguna vez había abrazado la vida. Mientras lo discutíamos en la cama, el choque no nos sorprendió. Fuimos a la ventana, y miramos los autos hechos un acordeón, las esquirlas de vidrio reluciente, como si los culpables fuéramos nosotros.