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Mostrando entradas de enero, 2013

Felix Turbay Turbay

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Foto tomada de www.eluniversal.com.co ANTES DEL TIEMPO No se trataba de fundar una ciudad. Necesitaban habitar el futuro como un primer asombro de las recordaciones, y hablaban un idioma desconocido entonces por el pasado. No tenían historia ni tenían un ruido de espada entre los huesos. Pero llegaron y fundaron el dolor y la muerte que al fin necesitaban para estar en el mundo.   Reino Incierto. Abusaremos algún día del más fuerte monarca, ya devastados sus ejércitos, ya hirviente su palacio, carcomida su piel brillante, untada su corona de un aceite secreto que viene de la muerte. Anterior a su lumbre, al oro de sus párpados, algún salmo desierto lo estará recordando; entre viejos bastiones, alguna dinastía de música sangrante; sobre las tempestades, alguna incierta pena del viento entre los álamos. Después será posible levantar otro reino hacia el mar, que es la tierra del sueño. Poema inicial de la madre. Madre ven, no t

Peregrino de los bosques

RETORNO Sentado entre los escombros del día empuñando un manojo  de plumas raídas un ángel se pregunta si alguna vez fue un hombre Como no tiene historia no sabe si lo que siente es esperanza o recuerdo Conserva imágenes de una posible vida pasada: luz de luna sobre las rayas de un tigre de Bengala ciudades que el mar borra por las noches Cree provenir  de una primitiva raza de alados seres solitarios el eslabón perdido  entre la felicidad y la muerte VISIÓN Desde otra vida cae la lluvia sobre la luz de las ciudades la locura milenaria del desierto borra del aire los cuerpos aire denso de callados juramentos Desde esta vida el día asciende peldaños de siglos y arena abandona en el cuenco de mis manos sus últimos sonidos y la hoja que flota en el viento de otoño La misma luna ilumina  ahora las ilusiones y las tumbas DESTINO No nos separa el tiempo que talla los rostros extraviados en la lluvia nos separa la tierra, unos sobre el

La mujer de los cuatro elementos

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Fernando Denis                                                                           El fuego vive de la muerte del aire y el aire de la muerte del fuego; el agua vive de la muerte de la tierra, y la tierra   de la muerte del agua. Heráclito                                         Atrio Enciendo el fósforo que me guía en los laberintos del lenguaje, sigo su pábilo, la luz que al final habrá de fundirse con mis dedos, con mis palabras. Soy el centinela de estos parajes. Entro en el poema y hago mi ronda hasta que amanece. Vigilo las cuatro puertas. La mujer que sueña en las murallas dice que soy un duende, que puedo llevar las palabras en mis bolsillos  como monedas;  en vez de monedas siempre cargo versos de Virgilio. Entro en la noche , en sus símbolos, en la edad de la sombra y de la luz, merodeo  por sus orillas, contemplo la belleza y el pavor de sus hogueras, voy tras la voz que bordea los acantilados, ebrio, sonámbulo, pues la distracción  prol