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Mostrando entradas de junio, 2013

Beatriz Vanegas Athías

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RECORDANDO A MARÍA MAGDALENA He desbaratado lo que no me dieron, que era todo lo que tenía. Alejandra Pizarnik Buscó sin encontrar un instante de lucidez para percatarse si existía o no su deseo. En el roce de los cuerpos quiso cerciorarse de la existencia de su amante pero él, solo era una rueda de humo y ella entonces, un puñado de soledad. Anduvo y desanduvo como una gata nocturna sobre los tejados, pero al no encontrarlo, tiró la estera y se hundió en ella abriendo las piernas a la carne. El olor a humo de la noche impregnó su vida y esa noche y las siguientes fueron mil los cuerpos que sobre ella cabalgaron. MEMORIA DEL REGRESO Habitas el día como leona encarcelada. No hay parque, poema, bar o conversación que apacigüe al ejército de hormigas que marcha por tu sangre. La tarde es una sentencia a muerte. La ventana un altar ante el cual suplicas el milagro. Cuando la noche llega y a quien esperas no, sucumbe

María Antonia Guerra Vergara

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CANTO A CALAMARÍ   Ardor de trópico eras, Calamarí    —antes de tu forjada historia—      Susurro entre icacos y tibias aguas.                        Arena argentada  y encaje caprichoso de espumas cuando era noche de luna plena. Calamari: tus amaneceres los acompañaban cantos inéditos de gaviotas, aves que al besar las olas legaban el brillo de su plumaje iluminado Mientras que los pescadores, con rostros transfigurados, procuraban el sustento. En Junio, y frente a un centelleante rojo de ocaso, los cangrejos realizaban procesiones al filo de la tarde. Y las indias mokanaes cantaban mientras preparaban la chicha.       Rasgó la calma paradisíaca de las playas gritos de poder, fulgor de armas. Acentos de lejanas tierras irrumpieron, tomándote. ¡Ay! Cobra otra fuerza la historia de tu tierra, ¡Calamari!                                  ** HABITANTES  CONVENTUALES               Las Mariamulatas*  son almas de alas  negras,

Patricia Pacheco Sánchez

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TIEMPO A veces me siento un poco paranoica, Creo que me persigues Veo que te acercas inclemente a mi cuerpo Y siento miedo. En otros contextos me pareces divertido, Observo tu transitar burlesco En los rostros ajenos Como si nunca fueras a llegar al mío. Últimamente te has vuelto mi aliado, Me ayudas a justificar mis procederes Recordando la vieja historia de tu viaje sin retorno Así eres tú, Es por eso que hoy me aferro a mi presente Con la certeza, que arrasaras el futuro. TORRENTES Ese río tuyo, con la fuerza de sus caudales Tomo por cause mis riveras Recorrió todas mis comarcas Ascendió pausadamente por mis colinas Hasta entrar en el valle de mi alma Se adentro en mis terrenos Transitó confiado todos mis parajes Me baño de gloria Me lleno entera Sin titubeos penetro profundo Tus raudales lo regaron todo, Sin falta, inseparables, sus afluentes Llegaron a mis campos Saturaron mis tierras Inundaron mis viña

Miguel Iriarte

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TALLER DE AGUA Ven. Te presento la lluvia. Es esta señora torrencial Disciplinada en su oficio de modista Que teje de agua la vida en esta hora. Cómo entretiene presenciar la danza cristalina de sus manos Aplicadas a la urdimbre cuidadosa de los aguaceros (Casi todos confabulados para condenarnos al pasatiempo —tan de moda, siempre— de la nostalgia). También a los arroyos: Muchachos de adolescencia irresponsable Que asaltan el pueblo en un desfile turbio, Robándose los trastos de cocina, A los niños de brazo que se alegran ingenuos Sin saber hacia qué parques los lleva de la mano de la lluvia, Y a los abuelos que prefieren ahogarse antes de levantarle la voz a la creciente. Ellos sucumben fáciles a las tentaciones del desastre. Qué dices… Salimos a jugar con el agua sucia de las calles Para matar esta sed de sentenciados al naufragio, O nos quedamos a mirar Con tristeza de solos El bordado de agua. El tambor de la tarde. POEMA DE LAS

Amira de la Rosa

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El Jazmín de la Princesa  La princesa tenía un jazmín que vivía con su mismo aliento. Se lo había regalado la luna. La princesa tenía ocho o nueve años pero nunca la habían dejado salir sola de palacio. Y tampoco la llevaban donde ella quería. Un día dijo a su flor: – Jazmín, yo quiero ir a jugar con la hija del carbonero sin que lo sepa nadie. – Ve, niña, si así lo quieres. Yo te guardaré la voz mientras vuelves. La niña salió dando saltos. El carbonero vivía al principio del bosque. Pronto la Reina echó de menos a su hija y la llamó: – Margarita, ¿dónde estás? – Aquí, mamá –dijo el Jazmín imitando la voz de la princesa. Pasó un rato y la Reina volvió a llamar: – Margarita, ¿dónde estás? – Aquí, mamá –contestó el Jazmín. El principito, hermano de Margarita, llegó del jardín. Era mayor que su hermana y ya cuidaba de ella. – Mamá ¿no está Margarita? – Sí, hijo. – ¿Dónde? La Reina llamó a su hija y el jazmín contestó como siempre. El príncipe se di