Fernando Pessoa

Tómame, oh noche eterna

Tómame, oh noche eterna,
En tus brazos y llámame hijo.

Yo soy un rey que voluntariamente
Abandonó su trono de ensueños y cansancios.

Mi espada, pesada en brazos flojos,
A manos viriles y calmas entregué;
Y mi cetro y corona los dejé
En la antecámara, hechos pedazos.

Mi cota de malla, tan inútil,
Mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
Las dejé por la fría escalinata.

Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
Y regresé a la noche antigua y serena
Como el paisaje al morir el día.


Tengo tanto sentimiento

Tengo tanto sentimiento
Que es frecuente persuadirme
De que soy sentimental,
Mas reconozco, al medirme,
Que todo esto es pensamiento
Que yo no sentí al final.

Tenemos, quienes vivimos,
Una vida que es vivida
Y otra vida que es pensada,
Y la única en que existimos
Es la que está dividida
Entre la cierta y la errada.

Mas a cuál de verdadera
O errada el nombre conviene
Nadie lo sabrá explicar;
Y vivimos de manera
Que la vida que uno tiene
Es la que él se ha de pensar.


No tengas nada en las manos
No tengas nada en las manos
Ni una memoria en el alma,
Que -cuando un día tus manos
Pongan el óbolo último,
Cuando las manos te abran-,
Nada se te caiga de ellas.

¿Qué trono te quieren dar
Que Átropos no te lo quite?
¿Qué laurel que no se mustie
En los arbitrios de Minos?
¿Qué horas que no te conviertan
En la estatua de sombra?
¿Que serás cuando, de noche,
Estés al fin del camino?

Coge las flores, mas déjalas luego
Caer, apenas miradas.
Al sol siéntate. Y abdica
Para ser el rey de ti mismo.


No quiero rosas mientras haya rosas

No quiero rosas mientras haya rosas.
Las quiero cuando ya no las pueda haber.
¿Qué he de hacer con las rosas
Que puede cualquier mano coger?

Sólo quiero la noche si la aurora
La diluye en azul y rosicler.
Lo que mi alma ignora,
Eso es lo que quiero poseer.

¿Para qué? De saberlo, nunca haría
Versos para decir que no lo sé.
Siento a mi alma pobre y fría
¿Con qué limosna la calentaré?


No es mío, no es mío cuanto escribo
No es mío, no es mío cuanto escribo.
¿A quién lo debo?
¿De quién soy el heraldo nato?
¿Por qué, engañado,
Juzgué ser mío lo que no era mío?
¿Quién más me lo dio?
Pero, sea como fuere, si la suerte
Fuera que yo sea la muerte
De otra vida que en mí vive,
Yo, el que estuve
Ilusionado toda esta vida
Aparecida,
Agradezco al que del polvo que soy
Me levantó
Y me hizo nube un momento
Del pensamiento.
Al de quien soy, erguido polvo,
Sólo símbolo.


Dicen que finjo o miento

Dicen que finjo o miento
Todo lo que escribo. No.
Yo simplemente siento
Con la imaginación.
No uso el corazón.

Todo lo que sueño o vivo,
Lo que me falla o acaba,
Es como una terraza;
Aún sobre otra cosa
Esa cosa es la que es bella.

Por eso escribo en medio.
De lo que no está al pie,
Libre de mi ensueño,
Serio de lo que no es.
¿Sentir? ¡Que sienta quien lee!

Fernando Pessoa. (Lisboa, 1888- id., 1935) Poeta portugués. Pasó su infancia y juventud en la República de Sudáfrica e inició estudios de derecho en la Universidad de El Cabo, y regresó a Lisboa en 1905. Inició su obra literaria en inglés, aunque a partir de 1908 creció su interés por la lengua portuguesa.

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