Andrés Caicedo
(Odiar es querer sin amar.
Querer es luchar por aquello que se desea y odiar es no poder alcanzar por lo
que se lucha. Amar es desear todo, luchar por todo, y aún así, seguir con el
heroísmo de continuar amando. Odio mi calle, porque nunca se rebela a la
vacuidad de los seres que pasan en ella. Odio los buses que cargan esperanzas
con la muchacha de al lado, esperanzas como aquellas que se frustran en toda
hora y en todas partes, buses que hacen pecar con los absurdos pensamientos,
por eso, también detesto mis pensamientos: los míos, los de ella, pensamientos
que recorren todo lo que saben vulnerable y no se cansan. Odio mis pasos, con
su acostumbrada misión de ir siempre con rumbo fijo, pero maldiciendo tal
obligación. Odio a Cali, una ciudad que espera, pero no le abre las puertas a
los desesperados).
***
Odio a todas las putas por
andar vendiendo adoraciones falsas en todas sus casas y sus calles.
(Odio la Avenida Sexta por
creer encontrar en ella la bienhechora importancia de la verdadera
personalidad. Odio el club campestre por ser a la vez un lugar estúpido,
artificial e hipócrita. Odio el teatro Calima por estar siempre los sábados
lleno de gente conocida. Odio al muchacho contento que pasa al lado, perdió al
fin del año cinco materias, pero eso no le importa, porque su amiga se dejó
besar en su propia cama. Odio a todos los maricas por estúpidos en toda la
extensión de la palabra. Odio a mis maestros y sus intachables hipocresías.
Odio las malditas horas de estudios por conseguir una buena nota. Odio a todos
aquellos que se cagan en la juventud todos los días).
***
Odio las misas mal oídas… odio
todas las misas. Me odio, por no saber encontrar mi misión verdadera. Por eso
me odio… y a ustedes les importa?
Si, odio todo esto, todo eso,
todo. Y lo odio porque lucho por conseguirlo, unas veces puedo vencer, otras
no. Por eso lo odio, porque lucho por su compañía. Lo odio porque odiar es
querer y aprender a amar. Me entienden? Lo odio, no he aprendido a amar, y
necesito de eso. Por eso, odio a todo el mundo, no dejo de odiar a nadie, a
nada…
a
nada
a
nadie
Luis Andrés Caicedo Estela nace el 29 de septiembre de 1951 y muere el 4
de marzo de 1977 en Cali, ciudad en la
que pasó la mayor parte de su vida.
Se
trata de un escritor precoz que desde que descubrió su vocación por la
literatura no quiso perder ni un minuto de su vida, hasta el punto de convertir
la construcción de su obra en una obsesión. En 1964, cuando entró a cursar
tercer grado, escribió su primer cuento, El Silencio, pero es al parecer hasta
1969, año en que gana el segundo premio del Concurso Latinoamericano de la
Revista Imagen de Caracas con el cuento Los dientes de Caperucita -del que
había escrito siete versiones-, que Caicedo logra consolidar una disciplina en
la escritura. Desde ese momento, Caicedo continuó escribiendo cuentos cortos y
piezas teatrales, y comenzó a escribir sus primeras novelas.
En
la época de los festivales teatrales de los setenta se conocieron sus primeras
obras teatrales Recibiendo al Nuevo Alumno y La Piel del otro héroe. Asistió a
las reuniones un grupo de escritores de la ciudad llamado Los dialogantes que
contaba con la participación de escritores y críticos como Carmiña Navia,
Gustavo Álvarez Gardeazábal, y Eduardo Serrano entre otros y a partir de la
cuál inicia un periodo de compulsividad en su consciente formación como
escritor.
A
su vez, y sin detener su actividad literaria, trabaja con el Teatro
Experimental de Cali como actor. Allí funda el Cineclub de Cali, que
inicialmente funcionaría en la sala del TEC para posteriormente ser trasladado
al desaparecido Teatro Alameda y luego al Teatro San Fernando, cineclub que
poco a poco se convierte en “una actitud generacional” para los jóvenes de
Cali, epicentro de una intensa actividad cultural en la ciudad y que junto con
Ciudad Solar –especie de posada - espacio cultural- se convierten en centro de
operaciones y disipaciones de Andrés y su grupo de amigos. También es desde el
cineclub que planea y ejecuta su folleto Ojo al cine que hacia 1974 se
convertiría en la revista especializada sobre cine más importante de Colombia.
Es también entre el cineclub y Ciudad Solar que Caicedo iniciaría sus proyectos
cinefílicos con sus “pocos buenos amigos” entre los que sobresalen Hernando
Guerrero, Luis Ospina, Carlos Mayolo y Sandro Romero, con quienes intenta
llevar al cine su guión Angelita y Miguelángel, de cuyas grabaciones todavía se
conservan algunos fragmentos.
En 1973, Caicedo viajó a Estados Unidos, con
cuatro guiones de largometrajes escritos por él y que pretendía vender al
cineasta Roger Corman. Fue allí donde iniciaría la escritura de Que viva la
música y la redacción de Pronto, memorias de una cinesífilis, diario que
pretendía convertir en novela. En 1974 escribió el cuento corto Maternidad, que
él mismo consideraba su obra maestra. En 1975 publicó con el patrocinio de su
madre en las Ediciones Pirata de Calidad su relato El Atravesado que tuvo un
éxito relativo a nivel local. También entregó ese mismo año la versión final de
¡Que viva la música! a Colcultura para ser publicada. En 1976 la casa editora
Crisis, de Buenos Aires, compró los derechos de impresión de ¡Que viva la música!
Caicedo intentaría por primera vez suicidarse ese año.
Finalmente
y cuando tenía tan sólo 25 años, el 4 de marzo de 1977, después de recibir el
primer original de la novela ¡Que viva la música! Publicado por Colcultura,
Andrés Caicedo muere de una sobredosis al ingerir intencionalmente 60 pastillas
de Seconal, según él, porque "vivir más de veinticinco años era una
insensatez". Caicedo consideraba que debía dejar el mundo antes de pasar
los veinticinco años, pero habiendo dejado una prueba de su existencia como
forma de trascender.
A
pesar de su temprana muerte, Caicedo dejó un gran legado a la literatura
colombiana, el cual se puede ver reflejado en la obra de autores como Manuel
Giraldo 'Magil', Octavio Escobar Giraldo, Rafael Chaparro Madiedo y más
recientemente Efraím Medina y Ricardo Abdahllah. El grupo de teatro
Matacandelas de Medellín ha presentado durante años la obra Angelitos
Empantanados, basada en los cuentos homónimos del escritor.
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