Jorge Artel

Foto tomada de: www.elespectador.com 

La  cumbia

Hay un llanto de gaitas diluido en la noche.
Y la noche, metida en ron costeño.
bate sus alas  frías
sobre la playa en penumbra,
que estremece el rumor de los vientos porteños.

Amalgama de sombras y de luces de esperma,
la cumbia frenética,
la diabólica cumbia,
pone a cabalgar su ritmo oscuro
sobre las caderas ágiles
de las sensuales hembras.
Y la tierra.
como una axila  cálida de negra,
su agrio vaho levanta, denso de temblor,
bajo los pies  furiosos
que  amasan golpes de tambor.

El humano anillo apretado
es un carrusel  de carne y hueso,
confuso de gritos ebrios
y sudor de marineros.
de mujeres que saben a la  tibia  brea del puerto.
al  yodo fresco del mar,
y al aire de los astilleros.

Se mueve como una sierpe
sonora de cascabeles.
al compás de los chasquidos
que las maracas alegres
salpican sobre las horas
desmelenadas de ruido.

Es un dragón enroscado
brotado de cien cabezas,
que muerde su propia cola
con sus  fauces gigantescas.

Cumbia! -danza negra, danza de mi tierra!
Toda una raza  grita
en esos  gestos eléctricos.
por la contorsionada pirueta
de los muslos epilépticos!

Trota  una añoranza de selvas
Y de hogueras encendidas.
que trae  de los  tiempos muertos
un coro de voces vivas.

Late un recuerdo aborigen.
una  africana aspereza.
sobre el cuero curtido donde los tamborileros.
-sonámbulos dioses nuevos que repican alegría,
aprendieron a hacer el trueno
con sus manos nudosas,
todopoderosas para la algarabía.

Cumbia! Mis abuelos bailaron
la músico sensual. Viejos vagabundos
que eran sus negros, terror de pendencieros
y de cumbiamberos
en otras cumbias lejanas.
a la orilla del mar...

Negro soy

Negro soy desde hace muchos siglos.
Poeta de mi raza, heredé su dolor.
Y la emoción que digo ha de ser pura
en el bronco son del grito
y el monorrítmico tambor.

El hondo, estremecido acento
en que trisca la voz de los ancestros
es mi voz.
La angustia humana que exalto
no es decorativa joya
para  turistas.
Yo no canto un dolor de exportación!



Canción en el extremo de un retorno


Traigo los ojos ebrios de luz y de paisajes.
Mi alma. cargada de caminos.
siente bajo la sombra de su descanso
madurarse la paz como un racimo fresco.
Siente fructificar su vida
empapada de sol que apacentó mis años.

(Ah. mis años vibrantes.
abiertos como velas al ímpetu del aire!
Yo sondeaba en la sombra
la emoción de las noches
y enterré junto al mar musicales madrugadas).

De lugares muy altos
viene conmigo la montaña,
la montaña fría que conoció mis ansias
y me enseñó el afán eterno de llegar.
Acaso un retazo de cielo sin color.
imagen de las horas sepultadas.
se quedó suspendido en un recodo
de los tantos caminos de mi alma.
o algún paisaje muerto.
fugitiva añoranza de la ausencia.
aviva  sus colores
para poner a mis días tatuajes  de nostalgia.

Los ríos -caminos que nunca llegarán.
mares tuberculosos. pálidos.
encadenados de riberas-,
filman aún para  mis ojos
la prófuga quietud de sus aguas enfermas.

Pero hoy  encontré mi corazón marino
que  dormía borracho sobre  un puerto
ventilado de recuerdos.
Y me habló de un viaje largo en veleros festivos
adornados con mástiles encintados de canciones.

Me habló de pechos erguidos.
-estuches de la fuerza-.
donde los marinos
encierran el ovillo de sus cantos
para atar los cabos de los días
en el mar!

Entonces mis pupilas se vistieron de árboles
y escuché clamores acuñados en el sol
poblando la oquedad de un cielo limpio.
Polícromo tropel de guacamayos
picoteaba el horizonte.
oh, cofre azul de lejanías!

En un eco de gallos  remotos
vendrán a mí los mediodías.
por los caminos callados de la siesta.
Lloverán tamboriles y  aitas nocheras
como un canto  de agua
sobre mi vida  nueva.
La tierra festejará mi retorno y será leve
a mis abarcas de apretado barro.
para  no lastimar el lejano
recuerdo de cansancio que  tienen mis pies.

Vendrá la brisa, vendrá la brisa
arremolinando sus mil voces
en las sonoras torres de la ciudad iluminada,
vendrá la brisa y vaciará sus cántaros
sobre el silencio verde de las palmas.

El cielo  tirará una luna  ancha
a las aguas del muelle,
para que juegue con mi alma.
En los rincones de los arsenales
estaráme esperando algún canto abandonado,
enredado en las atarrayas como un sábalo.
Y junto a las horas cálidas,
de nuevo contemplaré mis cien rutas abiertas.
Hemos de conocernos de nuevo el mar y yo.

Serpentina de altanería,
mi grito Irá ciñendo sombras en la noche
para hacerlas bailar como mujeres,
cuando los bogas con sus dedos tejan
sobre la piel de los tambores
el ritmo de la cumbia.
Chisporroteado de maracas ebrias!
Bajo un gajo de escándalos maduros
todas  mis  horas arderán
en la apretada hoguera
de las sensuales danzas de mi tierra!

Poemas tomados del libro :”Tambores en la noche”, editado por Plaza & Janes, Bogotá, 1986


Biografía: 
Seudónimo de Agapito de Arcos, poeta cartagenero nacido el 27 de abril de 1909. La obra de Jorge Artel encierra el imperativo de señalar el camino a un continente que quiere abrirse paso en la historia, enfrentando adversidades y consolidando un pueblo. Su poesía negra está marcada por el tono marino del tambor y las gaitas aborígenes, con las que nació y creció. Su obra peca por descuido en la forma, pero es ardiente en el contenido, con toda la fuerza del trópico. Jorge Artel obtuvo el título de bachiller en Filosofía y Letras en el Instituto Politécnico de Martínez Olier. En 1945 se recibió como abogado de la Universidad de Cartagena, con la tesis "Defensa preventiva del Estado o el Derecho Penal frente a los problemas de la cultura popular en Colombia". Realmente nunca ha ejercido la profesión de abogado; el periodismo, los viajes y la poesía han sido sus ocupaciones predominantes. Fiel a su geografía y raza, Jorge Artel es, junto a Candelario Obeso, principal representante de la poesía negra o negrista en Colombia. Sin quedarse en el juego de palabras o de fonemas sonoros, habitual en este tipo de producción, Artel descubrió nuevas posibilidades combinatorias en el léxico propio de su cultura. Escribió artículos de prensa de tono satírico y profundo en diferentes periódicos de América. Ha pasado la mayor parte de su vida fuera del país. En 1960 se casó con la escritora centroamericana Ligia Alcázar, segundo premio en el concurso de literatura infantil de 1977, patrocinado por Enka de Colombia.

Según Luis María Sánchez, Artel es un cantor de la alegre tristeza en versos populares y humanos, en sus composiciones vibran el dolor y la protesta; el lenguaje de los bogas, las olas, las costas y los ríos, se vuelve sonido y color de sombra en sus palabras; en ellas tiembla toda la sensualidad y se agita el lirismo de la cultura negra. Su validez lírica se refleja en los poemas "Velorio del boga adolescente" y "Ahora hablo de gaitas", incluidos en su primer libro de versos, Tambores en la noche, publicado en 1940. Esta obra está dividida en dos partes bien definidas: la poesía negra, la verdaderamente suya, situada en la primera parte del libro, y su poesía anterior, muy influida por poetas como Pablo Neruda y Gregorio Castañeda Aragón. Ha publicado, además, los libros de versos Poemas con bota y bandera( 1972), Sinú, riberas de asombro jubiloso, Coctail de estampas y Antología poética (1979). Otros libros suyos son: De rigurosa etiqueta (drama), No es la muerte...es el morir (novela, 1979), Modalidades artísticas de la raza negra, Santander y su influencia en la fisonomía de Colombia y Defensa preventiva del estado.

LUIS CARLOS MOLINA

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