Gonzalo Arango
Una mano
más una mano
no son dos
manos
Son manos
unidas
Une tu mano
a nuestras
manos
para que el
mundo
no esté en
pocas manos
LA SALVAJE ESPERANZA
Éramos
dioses y nos volvieron esclavos.
Éramos hijos
del Sol y nos consolaron con medallas de lata.
Éramos
poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.
Éramos
felices y nos civilizaron.
Quién
refrescará la memoria de la tribu.
Quién
revivirá nuestros dioses.
Que la
salvaje esperanza sea siempre tuya,
querida alma
inamansable.
Poema tristísimo
Si muero
te invito al
sol
alma mía
y no olvides
llevar tu
cuerpo
Sufriremos
felices
y juntos
seremos
carne de luz
en la
memoria de Dios
Y si no hay
Dios
lo mismo da
Recordaremos
el sol
que tanto
nos gustaba
allá en Cali
Colombia
Nuevo Mundo
¿Recuerdas?
¿O era en la
luna?
¡Lo olvidé!
Poema a mi Sobrenada
El sobretodo
es mi mejor amigo
bebemos vino
de consagrar en los viñedos
y nos
emborrachamos,
compartimos
el amor con las mujeres.
mi sobretodo
es sensual y seductor.
En la cárcel
era un colchón
en los
prostíbulos era un refugio
con las
manos hundidas en los bolsillos
que me
salvaba del naufragio de los besos baratos.
En el
invierno me defendía de la lluvia
y en el
verano era una sombra luminosa.
Mi sobretodo
era una incitación voluptuosa a la pereza,
al calor, al
heroísmo, al amor, al invierno.
En los
momentos de peligro me hacía pasar por detective
y me daba un
aire respetable de gran señor del hampa.
Mi cuerpo se
pierde en él cuando me persiguen,
en mi buena
época del parlamento él hablaba por mí:
silencioso
tímido
elocuente.
Ha sido una
bella disculpa
para eludir
serias responsabilidades históricas.
Mi sobretodo
es a veces el lecho del amor
en los
sitios despoblados de la ciudad
tiene un
oculto sabor de pecado prohibido.
Mi sobretodo
es un gran honor.
tiene más
historia que una alfombra mágica.
Yo lo
consagro como el receptáculo privilegiado
donde
algunas mujeres tendieron su columna vertebral
completamente
desnudas
de cara al
sol o a la noche.
Mi sobretodo
es testigo de la ternura y el terror.
Fue
acariciado por manos sofocadas de mujer
y desgarrado
por puñales de odio.
Mi sobretodo
tiene quemaduras de tabaco
y huellas de
disparos asesinos
y marcas
sospechosas de labios rojos.
Yo lo empeño
por 8 pesos en los momentos de apuro,
mi sobretodo
está saturado de sudor animal
tiene
residuos de manchas de sangre y aceite...
sonidos
vegetales.
Cuando no
llueve y hace calor me lo quito
me hundo en
la noche oscura y mojada
o me hundo
en el día lleno de sol, seco.
Mi sobretodo
es humano y feo
y todos los
domingos guarda en sus bolsillos
Poemas I
En un tiempo
mi pasión fue el existencialismo, la literatura negra que celebraba el funeral
del mundo occidental. Yo recogía los despojos de esa crisis, su podredumbre. No
me interesaba el destino del hombre y había perdido la fe en Dios. Estaba solo
como en la prehistoria..
De todos los
trapos derrotados remendé una bandera: el nihilismo.
No volví mas
al templo de los viejos dioses y aprendí la blasfemia y el terror de las
maldiciones.
Traicionada
la metafísica por una moral maniquea, descubrí que el oro de los santos era
falso como los símbolos que encarnaban: la idolatría del poder, la humillación
de las almas.
En el trono
de Dios no reinaban la belleza, el amor, la justicia. En el mercado negro se
subastaban los valores sagrados. La teología dejo de ser conocimiento de Dios
para convertirse en el libro fabuloso de contabilidad.
Frente a
esta industria de la fe, el demonio me pareció mas idealista: ofrecía la
libertad a cambio del alma, el goce pleno de la tierra sin complejos de culpa.
! Era tentador ! me afilié a la causa del demonio.
El placer
era mi ideal. Mi aniquilamiento el porvenir. Brindaba por el fin del mundo en
mi propia destrucción.
Nunca abracé
la felicidad, siempre una enfermedad nueva, una nueva desesperación se sumaba
al calvario donde clavaría mi bandera de odio contra el mundo. Prefería mi
guerra con orgullo, solo. Por mi muerte el ángel de las resurrecciones no tocaría
la trompeta ni se apagaría el sol. Me hundiría solo en las sabrosas tinieblas.
Una noche toqué
el fondo cuando vi aparecer un astro, su resplandor. No era un astro del cielo,
era la sonrisa de una mujer. Me miró como un puente entre el abismo y el
horizonte, me tendió la mano para pasar. Cuando estuve del otro lado desapareció...
Sé que era
una mujer y no un sueño, pues aún me queda el aroma de su mano y el eco de esas
tres palabras:
!Vamos a
vivir!.
Humanismo y caballo.
El hombre no
progresa en la medida en que ha vuelto más civilizado, ni es más hombre por
vivir entre los inventos que abrevian su lucha y prolongan su desdicha.
Confort no
es felicidad.
La ciencia
puede cometer el prodigio de trasplantar un corazón y prolongar la vida.
Admiro sin
reserva esta hazaña, pero no puedo evitar cierta sensación de absurdo si ese corazón
va a prolongar, al mismo tiempo, el alma de una babosa.
La vida en sí
misma carece de importancia si es un accidente y no un destino; si no se da en relación
con la conciencia de ser, que es lo que glorifica la existencia.
La mezquina
y petulante idea de progreso está degradando al hombre como ser espiritual. Un huracán
de civilización ha abatido nuestro orgullo viviente.
Alguna vez, refiriéndose
a la esta crisis de la modernidad. Lawrence expresó que Londres era una ciudad
viva en tanto los caballos erraban desbocados levantando de sus empedrados
chispas.
Esta imagen
que encierra un esplendor de vitalidad radiante, nos hace evocar un pasado de
palpitante belleza en que el caballo encarnaba un símbolo de heroísmo
conquistador, de potencia creadora; en que jinete y caballo eran cómplices de
la misma aventura: Cristo y la Redención, Bolívar y la Libertad, Don Quijote y
el Espíritu.
Pero ese símbolo
ya no tiene vigencia. El mundo natural se extinguió, desapareció con esa ráfaga
apocalíptica de la perforadora eléctrica que arrancó, parejo con la piedra, las
raíces de una tradición viviente, y en su lugar derramó la brea sin alma del
progreso.
Los pueblos
invadidos por la peste civilizada lucen artificiales con sus arterias de
cemento, como dentaduras postizas. Las calles ya no sonríen al paisaje como en
la era de la piedra y el polvo. En estos elementos latían historias de
generaciones, sueños de eternidad. Eran caminos, no autopistas. Los caminos
fueron siempre de hombres, para hombres que al vivir dejaban al pasar una
huella imborrable, un destino.
Pero los
hombres ya no caminan, ruedan.
Y sus viejos
caminos desertados, que eran rutas del corazón, no sonríen al paisaje porque
los hombres perdieron la virtud del diálogo, de mirar el horizonte, de caminar
bajo los cielos.
Esas vías
embreadas, laberintos de púas y espejismos centelleantes, conducen a la
soledad, al exilio, y algunas veces a la muerte. Los hombres no van sino que
huyen, como arrojados del paraíso, perseguidos por los espectros de la gran
ciudad, enloquecidos de pavor y culpa. Huyen de sì mismos por los laberintos
del infierno. ¿ Hacia dónde?
Hacia un vértigo
de locura y delirio, hacia la nada. O tal vez, desesperados, a restituirse al
seno purificador de la conciencia cósmica, a la nostalgia de Dios.
Pienso que
la velocidad puede ser una protesta profunda y religiosa contra esta civilización
cruel, despojada de alma y amor; un acto de liberación de este mundo que ha
sacrificado a la demencia del maquinismo y el progreso las dulzuras del corazón,
el éxtasis de una colina al atardecer, los ardores de la sed en los caminos, el
júbilo de los caballos encabritados dejando a su paso una cascada roja sobre la
piedra limpia.
Oprimido por
la soledad del cemento y el rascacielos, siento una entristecida nostalgia del
mundo natural. La civilización mató a Dios en el hombre y en el corazón de la
naturaleza. Pienso en la fábula del demonio tentando al Señor para que se
lanzara de un acantilado a cambio de lo cual le prometía su imperio. Pero el espíritu
venció la tentación y prefirió sacrificar el imperio a perder su libertad.
Trasladando
esta metáfora a nuestro tiempo, podemos concluir que el hombre, ilusionado con
la propuesta del demonio, abdicó su alma a cambio del poder, y quedó aplastado
con su peso. Ese poder no lo ha hecho ni más libre, ni más feliz. Al perder su
alma, quedó esclavo del poder: fue el triunfo del demonio sobre el espíritu.
Por lo
mismo, la era del caballo ha terminado con la era del jet y la autopista. Es el
fin de esa raza mitológica que encarnó en otras edades sentimientos heroicos,
una veneración religiosa como en lo griegos que alaban sus corceles para viajar
a las regiones hiperbóreas a conquistar lo desconocido.
No soy
hostil al progreso, si en sus formidables conquistas el hombre es dignificado
como ser vivo, y no degradado a una ínfima condición de subalterno y esclavo de
sus terroríficos engranajes, que es lo que está sucediendo.
Quisiera
identificar el significado de la palabra Progreso con evolución de vida
consciente en perfecta armonía con los inventos de la técnica. Pues no se trata
de conquistar los astros por ostentación de poder, sino de dominar al monstruo apocalíptico
que nuestra civilización ha despertado en el hombre y en los cielos, como un
presagio de terror para toda la humanidad.
Se trata,
sì, para expresarlo con un símbolo de justicia nunca desertado, de que el
hombre del siglo XX, como Belerofonte entre los griegos, vuelva a montar sobre
Pegaso, el alado caballo mitológico, para abatir al monstruo de la Quimera que
asolaba sin compasión las sufridas comarcas de Licia.
Gonzalo Arango. (Andes, 1931-1976). Fundador del movimiento Nadaísmo. Poeta, cuentista, ensayista, novelista, periodista, y gran escritor de cartas.
En 1957 escribió en Cali el Primer manifiesto nadaísta, que presentó al año siguiente, a su regreso a Medellín, de manera incendiaria, convocando a la juventud rebelde de la época. Difundió sus ideas especialmente a través del periodismo, con columnas en la revista Cromos, La nueva prensa, El Tiempo, El País. En 1970, fundó con Jaramillo Escobar la revista Nadaísmo. En 1973, en la isla de Providencia, encontró el amor, en la inglesa Angelita Hickie, y encontró a Dios. Renegó del Nadaísmo y quiso enterrarlo. Pero sus compañeros siguieron con el movimiento a cuestas. En 2008 están celebrando los 50 años de su fundación. Murió en accidente de tránsito en la carretera hacia Tunja.
Autor de: Nada bajo el cielorraso y HK-111 (Teatro), Trece poetas nadaístas (1963), Sexo y saxofón (1964), Los ratones van al infierno y La consagración de la nada (Teatro,1966), De la Nada al Nadaísmo, Prosas para leer en la silla eléctrica (1966), El oso y el colibrí (Semblanza del poeta ruso Eugenio Evtuschenko, 1968), Providencia (1972), Fuego en el altar (1974), Adangelios (1985), Obra negra (1976), Gonzalo Arango. Correspondencia violada (Parte de su correspondencia, en especial a sus amigos del nadaísmo, preparada por Eduardo Escobar, 1980). Dejó una novela inédita: Punta de cielo.
Biografía tomada de: http://escritorescolombianos.blogspot.com/2006/11/gonzalo-arango.html
Gonzalo Arango. (Andes, 1931-1976). Fundador del movimiento Nadaísmo. Poeta, cuentista, ensayista, novelista, periodista, y gran escritor de cartas.
En 1957 escribió en Cali el Primer manifiesto nadaísta, que presentó al año siguiente, a su regreso a Medellín, de manera incendiaria, convocando a la juventud rebelde de la época. Difundió sus ideas especialmente a través del periodismo, con columnas en la revista Cromos, La nueva prensa, El Tiempo, El País. En 1970, fundó con Jaramillo Escobar la revista Nadaísmo. En 1973, en la isla de Providencia, encontró el amor, en la inglesa Angelita Hickie, y encontró a Dios. Renegó del Nadaísmo y quiso enterrarlo. Pero sus compañeros siguieron con el movimiento a cuestas. En 2008 están celebrando los 50 años de su fundación. Murió en accidente de tránsito en la carretera hacia Tunja.
Autor de: Nada bajo el cielorraso y HK-111 (Teatro), Trece poetas nadaístas (1963), Sexo y saxofón (1964), Los ratones van al infierno y La consagración de la nada (Teatro,1966), De la Nada al Nadaísmo, Prosas para leer en la silla eléctrica (1966), El oso y el colibrí (Semblanza del poeta ruso Eugenio Evtuschenko, 1968), Providencia (1972), Fuego en el altar (1974), Adangelios (1985), Obra negra (1976), Gonzalo Arango. Correspondencia violada (Parte de su correspondencia, en especial a sus amigos del nadaísmo, preparada por Eduardo Escobar, 1980). Dejó una novela inédita: Punta de cielo.
Biografía tomada de: http://escritorescolombianos.blogspot.com/2006/11/gonzalo-arango.html
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