María Mercedes Gonzáles Pantoja

Wendy se mira en el espejo roto

Wendy mutila la risa de sus héroes,
Rompe el abrazo en su vuelo al cielo.
La piel  febril, la mano prodigiosa que se ofrece.
Al acecho de Tánatos, el salteador de caminos,
Wendy arranca el último pétalo  de la flor palpitante.

Wendy reúne los despojos del amante soñado.
Gestos, brazos, pedazos de piel, mirada calcinante
La imagen de si misma atrapada en el centro de la pupila.
Wendy arma el rompecabezas.

Los héroes de Wendy son de papel
De papel es el nombre Wendy
Héroes y nombre,
fetiches errantes de largas melenas con botas siete leguas.
Héroes y nombre,
Transgresores exiliados en tabiques de alquitrán y caña brava.

Noche de conjura, misterio  cifrado.
Tibio rincón de la morada ancestral.
El bajareque, se postra indefenso al viento silbante
La ecuación  del caracol revela
la promesa del amante inasible.
El de piernas aladas y firmeza en la frente.

Una senda sin principio ni final.
Un filo de barranco, la sombra en ascenso
Un rostro  vuelto  atrás para mirar
Los ojos ven la presencia innombrable,
El alma se disipa en limo de estrellas.

Wendy escapa,
por los campos fluorescentes de algodón y mijo,
entre cardonales y bosques de trupillo
Una poderosa mano la lleva, la eleva.
El agua fluye irremediablemente a su caída.

Se abre la garra poderosa.
Wendy es una pluma descendiendo.
Sigue la trilla que surca el barro.
Wendy despierta.
Hunde los pies en la boñiga fresca.

La abuela centenaria liba humo de tabaco y hierbabuena
para los vivos. Para los muertos,
Agua de casimba en la arena seca.
Wendy traga el nudo que la ahoga

El gamonal y su juglar
Convocan al rito iniciatorio de la impúber,
Sobre alfombra de abrojo y verdolaga, la muerte danza.
La inocencia sucumbe a la mano que hurga
Sangre y semen salpican un muñeco de felpa.

Un vapor pegajoso lo invade todo,
se instala en las sienes,
en la médula, en las vergüenzas,
hace apretar los muslos,
eclosionar la vida misma en el retrete,
 en la mano que hurga el oscuro abismo,
La esperma derretida escapa entre los dedos crispados,
baña la estancia prometida, el hogar de nadie.

El sol de los montes trae olor a padre y a madre distantes,
La rabia agoniza, la abuela desvaría.
No hay lugar para quedarse.
No hay lugar para el retorno.

Wendy recoge su cuerpo desmembrado
en los pedazos dispersos del espejo roto

(Tomado de Revista Letras No. 1 Año 1,  pág. 32. Mayo de 2011. Valledupar Colombia)

María Mercedes Gonzáles Pantoja. Nacida en Valledupar (Cesar) el 10 de moyo d1961. Bachiller del Colegio Prudencia Daza y  Trabajadora Social de  la  Universidad Simón Bolívar. Especialista en Docencia Universitaria y en Educación, Cultura y Política, Maestrante en Educación en Lineo en lo UNAD Florida. Ha ejercido en diferentes ámbitos de intervención para el desarrollo social, gestión ambiental  y en docencia universitaria. Ha publicado en la  Antología Poética  de autores Cesarenses Ediciones Instituto Departamental de Cultura y Turismo, 1994. Publicación de poemas en cinco números de la Revisto Literario  Coja  de Mesana1985-1990.

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