Ledys Jiménez Martínez
La libertad, está en tus ojos. Los miro brillantes a través de la hoguera que nos divide. Tienen pestañas largas y un iris opalescente en contraste con el alma que vive en los dos puntos negros. Has pestañeado por la extravagancia de las llamas amarillas y vacías frente al reflejo de la noche, pero tú sigues, desafiante, su ondulación. Mientras eso sucede yo te miro recostando mi cabeza sobre la tula y los zapatos. Las reflexiones acechan esquivas, más bien estorbando nuestros sueños despedidos y tibios. Es posible que no estemos preparados a morir, a guerrear, a perder, a ganar, en fin, a todas las circunstancias que se le pueden ocurrir a uno en su afán de existir. Tú por ejemplo, pudiste haber escogido no nacer y haberte quedado en un rincón de la ciudad soportando el peso de los compromisos
burocráticos, de los vecinos escurridizos en las escaleras, viendo como pasan los buses urbanos atiborrados de gente. Pudiste haber elegido un balcón que diera justo a la intersección de los semáforos donde los autos se atropellan entre gritos y ruidos, entre el afán de la indimensión citadina, · allí podrías verlos detrás del vidrio húmedo. Es posible que aún no estemos preparados para ciertas cosas como el destino, pero como no hay otro tren, nos embarcamos en él.
Detrás de la libertad de tus ojos se quiebran los últimos ecos de las granadas, de los fusiles, de las tribulaciones, y la tarde revienta el comienzo de la noche. Vuelvo a fijar mi mirada en tus ojos. Entonces reafirmo que existo.
Habías dejado el arnés y los demás objetos de la guerra fuera de tu cuerpo. Los pusiste junto a ti, frente a la hoguera situando tus manos sobre tus muslos, quedando en una posición, como si de pronto fueras a cantar el aleluya de Bach. Fugazmente has intentado mirarme pero lo evitas, tan . rápido como mueves la cabeza poniendo tu mirada en nada objetivo. Para estas instancias todos los demás duermen roncando y soñando e1 sueño de la libertad que era Simón Bolívar manipulando un fusil que tiene su blanco, en un sitio indeterminado del cielo.
Toda tú, allí, de espaldas al sol oculto. Ilusionando el ambiente hediondo del universo. Era como si estuviéramos en una actuación de teatro en donde lucíamos un vestuario usado y rehusado por miles de actores que seguramente habían representado el mismo papel. En ese . acto tú eras la última imagen, que, después de un copioso aplauso de dos horas, te perdías con el mundo, detrás de un gran cortinaje de sangre, y· los espectadores, en medio de la nostalgia y el desconcierto, pedían tu imagen a gritos, esta imagen que sería de allí en adelante, su única función de recuerdo.
Es posible que adivinaras mis pensamientos. Por eso creo que sonreíste. Tomaste ·una copa de whisky y sonreíste. Guiñaste uno de tus ojos. Desde que descubrí la libertad en ellos, aborrezco la guerra y si soy más sincera, amo la vida hasta que tus ojos existan.
LA PARTIDA
Justamente en ese momento, nos disponíamos a marcharnos. Nuestras raídas pertenencias (magulladuras en el alma, venganza en el raciocinio y uno que otro recuerdo mutilado), fueron guardadas, muy bien dobladas y empacadas, con la prestancia de los viajeros expertos, en las tulas que colgamos a nuestras espaldas. Un chorro de estrellas nos asaltó en la boca del camino que nos llevaría a otras distancias, quizás menos densas mientras el jefe, quien había estado callado durante todo el preparativo de la partida que el mismo había ordenado, se levantó de su silla en medio del asedio de sus servidores. Apenas alcanzamos a ver, desde afuera, desde donde nos iríamos para siempre, sus ojillos Recortados e inhóspitos. De inmediato, los fantasmas inquisidores le asaltaron haciendo que este levantara la mano que siempre ordenaba destinos fatales. Fue entonces cuando vino lo de la muerte de nosotros, justo allí, donde se desgajaban las estrellas del mundo.
Ledys Jiménez Martínez,nació en Valledupar en 1964. Es odontóloga, de la Universidad de Cartagena, en donde integró el taller literario Candil, al que le debe buena parte de su formación. Algunos de sus escritos aparecieron en la Revista Candil Caliente, del mismo grupo.
Sus cuentos (diez en total), fueron publicados en agosto de 1996, por Ed. Lealón, en conjunto con los poemas "Expresiones o motivos para el descalabro(poéticas)", de Luis Mizar Maestre.
Es, Tardes, un volumen que mantiene una impresionante unidad temática, guardando siempre una atmósfera oscura, entre el misterio, la crueldad y la ternura. ¿Acaso en él lo tierno tiene algo de cruel o lo cruel algo de tierno?
Tal vez sus aspectos característicos están trazados por los siguientes ejes:
1. La presencia constante de la muerte, como tema y personaje. Lo que se anuncia desde el mismo título de varios de los relatos (¿Por qué cuarenta y ocho tiros?, La última tonada para el hombre del violín, Una historia de amor en relación con la muerte, In rnemoriarn)
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