Lauren Mendinueta
Reloj sin manecillas
Tengo el boleto para un viaje que promete el Jardín como destino,
la costumbre de rondar sobre cenizas para no olvidar el fuego
y la voz de mi madre que me arropó con rumor de palmas en la tarde.
Tengo también el compromiso de estar viva, de preservar lo intocable
para que el mundo siga siendo aquello que no soy.
Pero vivir en redondo como aguja de reloj termina por cansar.
Cuánta ironía: tener que envejecer para al fin recobrar la infancia,
tener que morir para que ya nadie pueda robármela.
El espacio en su jardín
Lo visible y lo invisible
están en eterna contradicción,
y esta lucha tiene por fuerza
el poder de matarme lentamente.
El triunfo de lo invisible
carece de espectáculo,
mientras incluso en la derrota
lo visible gana en notoriedad.
Si la brevedad es signo de la vida humana,
el tiempo es asunto mío,
también.
Encallar en el Egeo
Vi mi rostro reflejado en las aguas del Egeo.
Cada rasgo con su trazo único, apenas mío,
la imagen de una exactitud inquietante.
Esos eran por fin mis ojos. Mi boca. Mi nariz.
Mis pómulos. La inclinación exacta de mi barbilla.
Así estuve atenta días y noches
deseosa de que el reflejo intentara hablarme.
Desde entonces no importa a dónde vaya
en ese mar me quedé yo, temblando entre rocas y olas:
muda, idéntica a la felicidad que nunca tuve.
Sin entender nada
La tarde se agotaba en Rodas,
abril, como toda promesa cumplida, perdía interés
y yo vi correr tus lágrimas hasta el mar.
Sin entender nada
ni tu melancolía ni la migración de las aves
ni el silbido de los barcos ni el rostro envejecido de los capitanes,
cerré los ojos.
Al volver a abrirlos, no sé si yo era distinta
o si el puerto había cambiado
pero los barco anclados embellecieron con la noche.
Tú que mirabas hacia las colinas
no viste mis lágrimas encendiendo las primeras lámparas.
El Regreso
Mi madre a los treinta
era una joven de ojos grandes,
agobiados,
cargados de urgencias que yo no comprendía.
Entonces nada me asustaba tanto
como la posible tiniebla de su abandono.
Por eso iba tras ella a todos lados
como un bicho perseguía su luz.
El pueblo,
su campanario y las solteronas arcaicas,
danzarinas de las hogueras de San Juan,
nos parecían tan tristes
que ansiábamos irnos a otra parte.
Claro que todo estaba dispuesto
para obligarnos a permanecer allí.
Por eso mamá
leía para mí historias de otros mundos,
de ciudades lejanas pobladas de héroes y villanos
o de animales que hablaban en nombre de la virtud y el vicio.
Pero cuando llegaba la hora de la cena
ella volvía resignada a la cocina para preparar la mesa,
dejándome casi siempre con el libro en las manos.
Cómo podía saber ella,
pobrecita mamá,
que regresar de aquellos mundos
a mí me llevaría una vida.
Muerte civil de la poeta
El amor, dijo la poeta, es toda la vida para mí.
Y así abandonó la escritura,
renunciando a lo suyo como lo haría una camarera.
Creyó que hacía falta ser otra para que la amaran.
Por la noche tomaba un somnífero para dormir bien
como cuando la poesía era toda su vida.
Por el día se ocultaba para que nadie la viera escribiendo sobre otra mujer
(especialmente para no verse a sí misma traicionando su renuncia).
Aunque le avergonzaba ella seguía en su oscura tarea
porque al escribir sobre la vida de la otra
podía intercambiar las exigencias cotidianas por las del amor.
Después se divorció y con el divorcio fue su muerte civil
y la lenta resurrección de su alma.
Tomado de: http://poesia.about.com/od/poemas/a/Poemas-De-Lauren-Mendinueta.htm
Lauren Mendinueta (Barranquilla, Colombia, 1977). Ha escrito siete libros entre poesía, biografía y ensayo, los más recientes: La Vocación Suspendida, VII Premio de Poesía Martín García Ramos(España 2007); Del Tiempo, un Paso, VIII Premio de Poesía César Simón de la Universidad de Valencia (España 2011). En 2011 ganó también el Premio Nacional de Crítica y Ensayo de Colombia (Ministerio de Cultura y Universidad de los Andes) por un trabajo sobre la artista plástica Doris Salcedo. En portugués ha publicado los libros: Vistas sobre o Tejo (Portugal, 2011) y la antología Um país que sonha (cem anos de poesia colombiana) (Portugal, 2012). Algunos de sus trabajos han sido traducidos al inglés, italiano, alemán, ruso, portugués y francés. Actualmente vive en Lisboa.
Tengo el boleto para un viaje que promete el Jardín como destino,
la costumbre de rondar sobre cenizas para no olvidar el fuego
y la voz de mi madre que me arropó con rumor de palmas en la tarde.
Tengo también el compromiso de estar viva, de preservar lo intocable
para que el mundo siga siendo aquello que no soy.
Pero vivir en redondo como aguja de reloj termina por cansar.
Cuánta ironía: tener que envejecer para al fin recobrar la infancia,
tener que morir para que ya nadie pueda robármela.
El espacio en su jardín
Lo visible y lo invisible
están en eterna contradicción,
y esta lucha tiene por fuerza
el poder de matarme lentamente.
El triunfo de lo invisible
carece de espectáculo,
mientras incluso en la derrota
lo visible gana en notoriedad.
Si la brevedad es signo de la vida humana,
el tiempo es asunto mío,
también.
Encallar en el Egeo
Vi mi rostro reflejado en las aguas del Egeo.
Cada rasgo con su trazo único, apenas mío,
la imagen de una exactitud inquietante.
Esos eran por fin mis ojos. Mi boca. Mi nariz.
Mis pómulos. La inclinación exacta de mi barbilla.
Así estuve atenta días y noches
deseosa de que el reflejo intentara hablarme.
Desde entonces no importa a dónde vaya
en ese mar me quedé yo, temblando entre rocas y olas:
muda, idéntica a la felicidad que nunca tuve.
Sin entender nada
La tarde se agotaba en Rodas,
abril, como toda promesa cumplida, perdía interés
y yo vi correr tus lágrimas hasta el mar.
Sin entender nada
ni tu melancolía ni la migración de las aves
ni el silbido de los barcos ni el rostro envejecido de los capitanes,
cerré los ojos.
Al volver a abrirlos, no sé si yo era distinta
o si el puerto había cambiado
pero los barco anclados embellecieron con la noche.
Tú que mirabas hacia las colinas
no viste mis lágrimas encendiendo las primeras lámparas.
El Regreso
Mi madre a los treinta
era una joven de ojos grandes,
agobiados,
cargados de urgencias que yo no comprendía.
Entonces nada me asustaba tanto
como la posible tiniebla de su abandono.
Por eso iba tras ella a todos lados
como un bicho perseguía su luz.
El pueblo,
su campanario y las solteronas arcaicas,
danzarinas de las hogueras de San Juan,
nos parecían tan tristes
que ansiábamos irnos a otra parte.
Claro que todo estaba dispuesto
para obligarnos a permanecer allí.
Por eso mamá
leía para mí historias de otros mundos,
de ciudades lejanas pobladas de héroes y villanos
o de animales que hablaban en nombre de la virtud y el vicio.
Pero cuando llegaba la hora de la cena
ella volvía resignada a la cocina para preparar la mesa,
dejándome casi siempre con el libro en las manos.
Cómo podía saber ella,
pobrecita mamá,
que regresar de aquellos mundos
a mí me llevaría una vida.
Muerte civil de la poeta
El amor, dijo la poeta, es toda la vida para mí.
Y así abandonó la escritura,
renunciando a lo suyo como lo haría una camarera.
Creyó que hacía falta ser otra para que la amaran.
Por la noche tomaba un somnífero para dormir bien
como cuando la poesía era toda su vida.
Por el día se ocultaba para que nadie la viera escribiendo sobre otra mujer
(especialmente para no verse a sí misma traicionando su renuncia).
Aunque le avergonzaba ella seguía en su oscura tarea
porque al escribir sobre la vida de la otra
podía intercambiar las exigencias cotidianas por las del amor.
Después se divorció y con el divorcio fue su muerte civil
y la lenta resurrección de su alma.
Tomado de: http://poesia.about.com/od/poemas/a/Poemas-De-Lauren-Mendinueta.htm
Lauren Mendinueta (Barranquilla, Colombia, 1977). Ha escrito siete libros entre poesía, biografía y ensayo, los más recientes: La Vocación Suspendida, VII Premio de Poesía Martín García Ramos(España 2007); Del Tiempo, un Paso, VIII Premio de Poesía César Simón de la Universidad de Valencia (España 2011). En 2011 ganó también el Premio Nacional de Crítica y Ensayo de Colombia (Ministerio de Cultura y Universidad de los Andes) por un trabajo sobre la artista plástica Doris Salcedo. En portugués ha publicado los libros: Vistas sobre o Tejo (Portugal, 2011) y la antología Um país que sonha (cem anos de poesia colombiana) (Portugal, 2012). Algunos de sus trabajos han sido traducidos al inglés, italiano, alemán, ruso, portugués y francés. Actualmente vive en Lisboa.
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