Lidia Salas
E l
s a l o b r e d e t u r a s t r o
El
salobre de tu rastro fluye a veces
desde
el centro de mi boca.
El
salitre de tu arena en las pupilas.
Diviso
tus esquinas
en las
visiones
de mis
sueños.
La
piedra de tus muros,
los
muelles en el Puerto
se
hacen humo, bruma, nada.
Esquivas
este gesto de encontrarte,
como
fruta lejana y sazonada.
La
luna humedecía
un
aroma de azahares.
Aquel
patio, ya es olvido.
A
veces dudo del recuerdo.
Y si
tu espejismo de ciudad abandonada
es
saudade de otro exilio?
Difuminado
país de la utopía.
Para
la aldea asentada en las Barrancas de San Nicolás
E
l v e r a n i l l o d e S a n J
u a n
El veranillo de San Juan
en el
azul cálido y seco.
Los pétalos morados
de los
matarratones florecidos
tenían
ese color de mis pezones.
En las
estampas del verano:
el
viento desordena la hojarasca
y hace
estragos en la escritura
de los
astros.
Seducida
por los augurios de la fuga
se
confunden las señales.
Pueden
unos escasos días de luz
convertirse
en estación del alma?
En
memoria de aquel veranillo de San Juan.
D
e s o l a d a s
Desoladas.
Como pájaros ciegos
de un
árbol arrasado, parten de mí las voces.
El
silencio sabe decir de ausencias.
Restauro
en estos versos
girones
de recuerdos.
En nidos de la fragua,
la
incierta materia de mis duelos.
Incendiaré
en mi canto,
las
palabras desnudas.
Transmutaré
- en el glorioso cuerpo
del
poema – mis días oscuros, solitarios.
Para
los pájaros de tus amaneceres.
E
s e l f i n a l d e l
a f i e s t a
Es
el final de la fiesta.
Mi
corazón como copa olvidada
se
inclina a la intemperie
libre
de perdón y de inocencia.
La
otrora música es un fardo
de
soledad.
Algunos
danzan todavía.
No
saben que es tan sólo el eco de las notas.
Sus
sordos movimientos los delatan.
Hay un
crujido de rocas
en el
vientre de la tierra.
Busco
algún amanecer en mi cronología
de
recuerdos.
Encuentro
la mañana del primer día
de
escuela. La mirada de la madre
y el
aroma de lluvia
en esa
hora temprana
indemnes
al olvido.
La
encrucijada es un interrogante.
Dónde
guarecernos en estos tiempos
de
bestia enfurecida?
A
Raquel de Urbina, mi maestra de primaria.
I
n a u d i b l e s o n i d o
Inaudible sonido de la vida
Sabor
de uva macerada entre los labios.
Creer
que el milagro de los nardos
lava
la piel oscura de la muerte.
Reconocer en la delgada voz,
en la
desafinada voz del jazz
el
grito de otro cuerpo.
Entonces no sabías
la
ruta del destino.
Ahora
que ves sobre los hombros.
los
meandros del camino,
casi
todo es pasado.
Aún
persigues el inaudible sonido de la vida.
En
memoria del sonido de tus cigarras
Lidia Salas nació
en Colombia y eligió a Venezuela como lugar de residencia. Ha dedicado buena
parte de su existencia a la escritura y a la enseñanza. Estudió Filología e
idiomas en la Universidad del Atlántico de Colombia, y es Magister en Literatura
de la Universidad Central de Venezuela. Es autora de los poemarios Arañando el
silencio, Mención de Honor del Primer Concurso de Poesía Libre de la
Universidad de Córdoba, Colombia (1984). Coautora, con la escritora venezolana
Elena Vera, de la Antología Quaterni Deni. (1992). Su
poemario Mambo Café, recibió Primera Mención en el Concurso
de la I Bienal del Ateneo Casa de Aguas (1994). Su libro Venturosa es Premio
Único Mención Poesía del VII Concurso Nacional del IPASME (1995). La obra Luna
de Tarot (Ediciones Círculo de Escritores de Venezuela. 2000) fue
llevada al teatro por José Tomás Angola. El poemario Itinerario Fugaz fue
publicado por la Universidad Nacional Abierta en el 2008. Lidia Salas forma
parte de la Junta Directiva del Círculo de Escritores de Venezuela.
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