Fernando Denis

Un ornitólogo prerrafaelista
.
Pienso en mi dorado siglo diecinueve.
Aquí cada verso reclama entre bosques lujosos
Y delicadas cumbres de seda
Los imperiosos colores que visten a la reina Victoria.
Bajo el sueño de rostros de doncella
El relámpago enciende mármoles y espejos.
Pienso en el mar del siglo diecinueve.
En ese enorme lienzo semejante al mar
Que estremece el lenguaje.
Todo sucede infinitamente en el esplendoroso
Plumaje de un pájaro.
Pienso en el pájaro que está en la punta del pincel.
Y escribo esto porque escribir no es más
Que una reflexión sobre la muerte.
Ante esta luz que reinventa mi psicología
Debo en seguida crear mi propio mito
O me veré perdido en el mito de alguien
Que no conozco.
Si el cielo muriera conmigo en mis ojos abiertos
Borraría el crepúsculo.
Podría ofrecerla a la reina este puñal ensangrentado
Después de mi suicidio.
Pienso en la muerte del siglo diecinueve.
Muero, quiero entrar en la metamorfosis.
Arriba los pájaros trazan la muerte de mi pupila.
.
RETRATO

 Otra vez va creciendo la luna en la
sombra vegetal.
El sueño te despierta, anochece,
Vives en los lugares donde respiro
Y bajo la misma luz donde te leo.
En el espeso follaje sestea otra luz.
El otoño; más allá, detrás del río
Que es fiebre y juventud, el mar olfatea
El tiempo de los cazadores de aves
del Caribe
Con colores más vivos.
Un viento estremecido de luz y arpegios
Deslumbra en las aguas tus ojos
Y tu boca
A punto de pronunciar tu nombre.
En la soledad mortal de los que trafican
con pájaros, 
y con colores
el cielo enrojece
en los sensitivos paisajes de tu memoria.
En las azules atmósferas de las colinas
del norte.
Una niebla de cobre dibuja
Mis manos, después el pecho y el rostro
Allí donde tu deseo me hará recordarte.


LO QUE REMEDIOS DICE

 Estoy tan sola.
La lluvia llora y esos amarillos en los árboles
Son pájaros.
No sé por qué el mundo me mira.
Me asomo en las mañanas al cielo de Macondo
Y entonces ce la lluvia.
El cóndor observa con sus ojos móviles
Mi cabeza rapada.
Sé que hay un espejo que se parece al agua.
Soy hija de la forma de los colores
y Remedios me llama.
No me gusta ser mirada porque sufren
Y aún cuando soy hermosa nunca me veo.
Aquí en este mi cuerpo de niña
¿Está acaso el paraíso?
He buscado la fealdad,
Pero en cada palabra que digo se mueven las aguas
Y hay luz en los robles
Y la memoria de los hombres se detiene.
Podría ayudarme dar belleza a los poetas
¿y que el amor sueñe conmigo?
Ebria de mi niñez, de soledad y tiempo
Espero en este baño
Donde mi desnudez se prepara
Para ascender y hablar con el cielo.

MÚSICA

No solamente has sido música para encontrarte.
También tu canto enrojeció los bosques donde fui forastero,
Donde bebí el agua dormida que reflejaba tu desnudez
Y los campos de uvas azules.

Recuerdo que tu música en esas florestas era una piel.
Música de Vivaldi, violines rojos,
Canciones de amor eterno, rojos aposentos para la ternura.
Todos los pájaros de esta isla solitaria saben que tu música
Arrulla el silencio de la memoria mientras duermes.
Y arde el rocío
Arden en la sombra de tu cuarto los felinos.
Otra vez los gatos volvieron a tu sueño.
Recuerdo aún que albos eran al llegar la noche.
En los muros, en los tejados,
Las aves vigilan la luz de tu ventana,
El sonido de tu voz
Reflejando el tiempo en los cristales.

De una tela de Darío Ortiz

¿Dónde han quedado las voces, oh sombra?
¿El mar que las trajo, el verso y el terror, dónde están?
Entre arenales cuatro hombres me persiguen,
Cuatro rayos que no pueden ver mis ojos apagados
A esta hora en que Grecia espera ser iluminada.
Caerá una lluvia de oro para las mentes.
Yo hablaré entre los mármoles y las velas con la voz de las islas,
Les daré mi nombre a las cosas que al mar entregué.
El mensajero de los dioses me trajo la lengua griega,
El sabio consejo de Ulises.
Me dolió la suerte de los guerreros bajo la luna
Que todavía sangra en las orillas.
Oh musa, háblame.
Ya que me has otorgado la edad y la antorcha
Pero también el laberinto
Dime ¿cómo puedo negar algo tan bello?
¿Por qué detrás de los libros viajeros
La rosa aún conserva la forma que le diste?
Oh noche,  espejo, mar incansable resonando como una cítara,
Puedo hundirme contigo ahora detrás del viento
Y ahogar mi voz en los colores como los pájaros.

PUEDE EL ARTE SER INVISIBLE?
“Aquello que te mostro la noche en su crepúsculo”.
Tristán e Isolda


Ya los sagrados mitos que conspiran
en el sueño del mundo te anuncian.
El tiempo invulnerable lego su clepsidra
a las estrellas,
y ese oro brillará toda la noche para urdir
otra y otra calle
cuya duración es mi miedo y mi esperanza,
mientras las horas cambian como el mar
y crece el verso que deberá acompañarte hasta el fin.
Los dos tallaremos en el instante,
en los colores del instante,
la forma que evocará nuestro destino
bajo el álgebra de Dios;
y será más virtuosa la soledad
cuando diga tu nombre,
y soñará el tiempo que ya te há visto,
que eres igual a este abrazo inmenso.

Tú, con el mar ardiendo en los ojos, me dirás:
“Vine a mostrarte los colores de las cosas que sueñas”.

A punto de perderme en el incesante crepúsculo te diré:
“El color de perderme tus ojos después de Haber leído Tristán e Isolda”.


LA CASA EN LA ARENA

¿Por qué no vienes ahora y miras
entre las acácias y los estanques
esta casa de oro viejo y de música
que levante con un verso de Virgilio?

¿Por qué no tocas con tus lluvias,
 con la sal de tus mares, con tus colores
traídos de regiones extrañas
la casa del sentido y del lenguaje?

¿Por qué no la decoras con tus palabras?
mira la nube roja sobre la verdeante conífera
que arroja zafiros en el lago.
He habitado la soledad y la fiebre
en hermosos lugares
y en los espejos.

Entra en esta casa habitada por signos,
por sueños que han atrapado la densidad del mundo
y por niños que se esconden en tu mano.

 Fernando Denis nació en Ciénaga, Magdalena, costa del Caribe Colombiano. Poeta y traductor, se ha caracterizado desde muy joven por su amor a la literatura inglesa. La influencia de los prerafaelistas sobre su obra, y la gran impresión que le dejó Dante Gabriel Rossetti han enraizado en Denis una poética de increíble belleza y colorido, de imágenes con un virtuosismo sin par, dentro de un lenguaje depurado y cadencioso. Ha publicado cuatro libros: "La criatura invisible en los crepúsculos de William Turner", "Ven a estas arenas amarillas", Alguien enciende las lámparas de Octubre" y "El vino rojo de las sílabas", obra que recoge los tres libros anteriores. Es creador y director de la colección Zenócrate, libros de poesía, que publica Uniediciones.

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