La Voluntad de Nanana

Por Paul Brito Como siempre, la sirena del último autobús intermunicipal le indicó a Nanana la hora de acostarse. -Me despido porque ya mañana me muero -le dijo a Sonia, levantándose de la mecedora-. Avísales a todos y recojan todas las cosas de valor, pues unos vienen a ver al muerto y otros vienen a robar. La familia quedó aturdida. Nanana había llegado a los 108 años lúcida, sin un solo desvarío; era imposible que de un momento a otro se le hubiera estropeado el cerebro; al contrario, pensamos que había llegado a la cúspide de la lucidez. Comenzaron a hacer los preparativos para el entierro. El tío Eustaquio no dudó un segundo de la sentencia de su abuela; despejó de una vez la sala de la casa para la velación. A la mañana siguiente durmió un par de horas más de lo acostumbrado preparándose para lo que le esperaba. Ninguno se extrañó de que Nanana siguiera con el tema desde que se levantó. -Bueno, Sonia, báñame desde temprano, empólvame bien y ponme el vestido de florecit...