Irina Henríquez
La hora de las campanas La tarde se fuga entre los pinos y la vanagloria de quienes gimen de rodillas en el templo para glorificar al sol que se coagula en noche. Es la hora de los purgatorios. Por un instante arrojo esta máscara vulnerada y los cuchillos de la oscuridad difuminan mis párpados y mi cuerpo adquiere la virtud de los creados en la noche antigua. Es la sal de todos los mares ardiendo en mi garganta. Aguardo cada día esta hora para venerar la eterna mirada de la luna sobre un río de ojos vivos y muertas almas, para celebrar este rito hasta en la sombra de mis huesos. La negación de l...