Reloj sin manecillas Tengo el boleto para un viaje que promete el Jardín como destino, la costumbre de rondar sobre cenizas para no olvidar el fuego y la voz de mi madre que me arropó con rumor de palmas en la tarde. Tengo también el compromiso de estar viva, de preservar lo intocable para que el mundo siga siendo aquello que no soy. Pero vivir en redondo como aguja de reloj termina por cansar. Cuánta ironía: tener que envejecer para al fin recobrar la infancia, tener que morir para que ya nadie pueda robármela. El espacio en su jardín Lo visible y lo invisible están en eterna contradicción, y esta lucha tiene por fuerza el poder de matarme lentamente. El triunfo de lo invisible carece de espectáculo, mientras incluso en la derrota lo visible gana en notoriedad. Si la brevedad es signo de la vida humana, el tiempo es asunto mío, también. Encallar en el Egeo Vi mi rostro reflejado en las aguas del Egeo. Cada rasgo con su trazo único, apenas mío, la imagen ...