Si la eternidad empezara un domingo
Si la eternidad empezara un
domingo
Por: Miguel Barrios Payares
Siento ganas de subir al
cuarto, escuchar Pink Floyd y suicidarme. Hoy ha llovido más que todos los
días. Es un día cubierto por nubes y calor. Las ventanas están cerradas. No me
creo el cuento de que María Paula se suicidó. ¿Cómo? ¿Por qué? No me creo ese
cuento de que el viejo no tenga nada que ver. Yo creo que él la mató. Era
viernes, la casa de él estaba llena de personas cuando yo me di cuenta de lo
que pasó. Él estuvo bajo un árbol de mango, lloriqueando y dando respuestas a
medias a todo el que le preguntaba. Ella estaba muerta en una morgue con la
cara hecha puré. Una vieja lavó el piso sucio de sangre. Dicen que María Paula
se tomó un montón de pastillas, luego se desmayó y cayó de frente contra el
piso, dicen que quizá estaba embarazada y que el novio la dejó y por eso se
suicidó. Pura mierda. Las hormigas se juntaban una al lado de la otra y besaban
la sangre que la vieja no alcanzó a limpiar de las ranuras de las baldosas. Hoy
es un día para recordarla, quizás porque ella decía que odiaba Valledupar, que
odiaba sus días calurosos, así que hoy estaría de mal genio. Voy a la nevera.
Tomo una caja de leche. Un solo sorbo. No. la llevo hasta el sofá de la sala.
Tres sorbos a lo sumo. Me tiro. Dejo la caja a un costado. Este día está de
espantos. María Paula no está y ella estaría de espantos. Una hormiga perdida
recorre mi pie. Baja. Sigue y se devuelve. Este día es espantoso. La hormiga ve
la planta de mi pie ir sobre ella. Se cubre. La aplasto. Un poco de ella queda
sobre el piso y otro poco debajo mi pie. Tengo la posibilidad de suicidarme
ahogado en leche. Vi en MTV la noticia de un tipo que hizo algo parecido. Aquí
sería ridículo, por lo menos, un suicidio como ese. Imagino los titulares de
primera página y una foto mía con cara de estúpido, muerto y con la boca llena
de leche. María Paula era una pelada bien, me costó un tiempo como no tienes
idea hacer que entrara a la casa, como un mes y otro más para que me diera un
beso de dos segundos. La cosa es que no me alcanzó para más. Hay otra hormiga.
Huele los restos de la aplastada. Se va. Regresa. Se vuelve a ir. María Paula
no se suicidaría casi por las mismas razones que yo. No le gustaban las fotos
de los periódicos. Hay una línea de hormigas que recorre mi pie. Bajo mi otro
pie del sofá al suelo. Pienso en el viejo, él está solo en la casa con su
reumatismo y con sus dolores de cabeza y sin María Paula. No toma medicamentos.
Espera morirse pronto. Pobre viejo. Pero aún pobre y viejo sé que la mató.
Ruedo el pie. La caja cae y la leche se riega. Las hormigas nadan en la leche.
Llegan más hormigas. Prendo el televisor. Hago zapping sobre estática. La
estática en el televisor es lo más parecido a la tristeza. Veintidós en la
barra de volumen. El sonido se confunde con la lluvia. Quiero subir al cuarto.
Seguramente hoy es domingo.
Tomado de: Grupo Jauría
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