Mario Benedetti
A tientas
Se retrocede
con seguridad
Pero se
avanza a tientas
Uno adelanta
manos como un ciego
Ciego
imprudente por añadidura
Pero lo
absurdo es que no es ciego
Y distingue
el relámpago la lluvia
Los rostros
insepultos la ceniza
La sonrisa
del necio las afrentas
Un barrunto
de pena en el espejo
La baranda
oxidada con sus pájaros
La opaca
incertidumbre de los otros
Enfrentada a
la propia incertidumbre
Se avanza a
tientas / lentamente
Por lo común
a contramano
De los
convictos y confesos
En búsqueda
tal vez
De amores
residuales
Que sirvan
de consuelo y recompensa
O iluminen
un pozo de nostalgias
Se avanza a
tientas / vacilante
No importan
la distancia ni el horario
Ni que el
futuro sea una vislumbre
O una pasión
deshabitada
A tientas
hasta que una noche
Se queda uno
sin cómplices ni tacto
Y a ciegas
otra vez y para siempre
Se introduce
en un túnel o destino
Que no se
sabe dónde acaba.
Ahora en cambio
Hubiera
entregado el Dios que no poseo,
Hubiera
aprendido tres o cuatro signos,
Y así
desalentado,
Así fiel,
ceniciento,
Invariable
como un recuerdo atroz,
Me hubiera
respondido,
Me hubiera
transformado en ademanes
Me hubiera
convencido como todos,
Refugiado en
el hambre universal,
Salvado para
siempre y para nada.
Ahora en
cambio estoy un poco solo,
De veras un
poco solo y solo.
Mi tristeza
es un vaso de oraciones
Que se
derraman sobre el césped
Y desde el
césped nace Dios
Y está
también un poco solo,
De veras un
poco solo y solo.
Mas yo le
ayudo a conocer las aves
Y en toda su
extensión la herejía vegetal,
Los
corazones de sus alegres huérfanos,
La tierra
que es la palma de su mano.
Amor, de tarde
Es una
lástima que no estés conmigo
Cuando miro
el reloj y son las cuatro
Y acabo la
planilla y pienso diez minutos
Y estiro las
piernas como todas las tardes
Y hago así
con los hombros para aflojar la espalda
Y me doblo
los dedos y les saco mentiras.
Es una
lástima que no estés conmigo
Cuando miro
el reloj y son las cinco
Y soy una
manija que calcula intereses
O dos manos
que saltan sobre cuarenta teclas
O un oído
que escucha cómo ladra el teléfono
O un tipo que
hace números y les saca verdades.
Es una
lástima que no estés conmigo
Cuando miro
el reloj y son las seis.
Podrías
acercarte por sorpresa
Y decirme
"¿Qué tal?", y quedaríamos
Yo con la
mancha roja de tus labios
Tú con el
tizne azul de mi carbónico.
Arena
Arena entre
mis dedos
Bajo mis
pies de plomo
Arena
voladora
Arena buena
En tu memoria polen
Quedaron
escondidos
Mis
castillos
Guárdalos
hasta el día
En que un
niño
Otro niño
Se acerque a
rescatarlos
Con mi
salvoconducto
Ausencia
El niño que
no vino
Tiene los
labios fuertes
Tiene las
manos tiernas
El alma como
nube
No es nadie
Es sólo un
niño
Saca viejas
monedas
Del bolsillo
de Dios
Se parece a
la madre
Su misma
risa ancha
Su corazón a
saltos
Juega con
los silencios
Y con ellos
hace otros
Silencios
Y se aburre
El niño que
no vino
No viene
Porque cree
Que todo el
que aquí nace
No se muere
Después.
Ausencia de Dios
Digamos que
te alejas definitivamente
Hacia el
pozo de olvido que prefieres,
Pero la
mejor parte de tu espacio,
En realidad
la única constante de tu espacio,
Quedará para
siempre en mí, doliente,
Persuadida,
frustrada, silenciosa,
Quedará en
mí tu corazón inerte y sustancial,
Tu corazón
de una promesa única
En mí que
estoy enteramente solo
Sobreviviéndote.
Después de
ese dolor redondo y eficaz,
Pacientemente
agrio, de invencible ternura,
Ya no
importa que use tu insoportable ausencia
Ni que me
atreva a preguntar si cabes
Como siempre
en una palabra.
Lo cierto es
que ahora ya no estás en mi noche
Desgarradoramente
idéntica a las otras
Que repetí
buscándote, rodeándote.
Hay
solamente un eco irremediable
De mi voz
como niño, esa que no sabía.
Ahora qué
miedo inútil, qué vergüenza
No tener
oración para morder,
No tener fe
para clavar las uñas,
No tener
nada más que la noche,
Saber que
Dios se muere, se resbala,
Que Dios
retrocede con los brazos cerrados,
Con los
labios cerrados, con la niebla,
Como un
campanario atrozmente en ruinas
Que
desandará siglos de ceniza.
Es tarde.
Sin embargo yo daría
Todos los
juramentos y las lluvias,
Las paredes
con insultos y mimos,
Las ventanas
de invierno, el mar a veces,
Por no tener
tu corazón en mí,
Tu corazón
inevitable y doloroso
En mí que
estoy enteramente solo
Sobreviviéndote.
Cálculo de probabilidades
Cada vez que
un dueño de la tierra
Proclama
Para
quitarme este patrimonio
Tendrán que
pasar
Sobre mi
cadáver
Debería
tener en cuenta
Que a veces
Pasan.
Como si fuéramos inmortales
Todos
sabemos que nada ni nadie habrá de ahorrarnos el final
Sin embargo
hay que vivir como si fuéramos inmortales
Sabemos que
los caballos y los perros tienen las patas sobre la tierra
Pero no es
descartable que en una nochebuena se lancen a volar
Sabemos que
en una esquina no rosada aguarda el ultimátum de la envidia
Pero en
definitiva será el tiempo el que diga dónde es dónde y quién es quién
Sabemos que
tras cada victoria el enemigo regresa buscando más triunfos
Y que volveremos
a ser inexorablemente derrotados vale decir que venceremos
Sabemos que
el odio viene lleno de imposturas
Pero que las
va a perder antes del diluvio o después del carnaval
Sabemos que
el hambre está desnuda desde hace siglos
Pero también
que los saciados responderán por los hambrientos
Sabemos que
la melancolía es un resplandor y sólo eso
Pero a los
melancólicos nadie les quita lo bailado
Sabemos que
los bondadosos instalan cerrojos de seguridad
Pero la
bondad suele escaparse por los tejados
Sabemos que
los decididores deciden como locos o miserables
Y que mañana
o pasado alguien decidirá que no decidan
Sintetizando
/ todos sabemos que nada ni nadie habrá de ahorrarnos el final
Pero así y
todo hay que vivir como si fuéramos inmortales.
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