A la música
Arthur
Rimbaud
A la plaza
que un césped dibuja, ralo y pobre,
y donde todo
está correcto, flores, árboles,
los
burgueses jadeantes, que ahogan los calores,
traen todos
los jueves, de noche, su estulticia.
-La banda
militar, en medio del jardín,
con el Vals
de los pífanos el chacó balancea:
-Se exhibe
el lechuguino en las primeras filas
Rentistas
con monóculo subrayan los errores:
burócratas
henchidos arrastran a sus damas
a cuyo lado
corren, fieles como comacas,
-mujeres con
volantes que parecen anuncios.
Sentados en
los bancos, tenderos retirados,
a la par que
la arena con su bastón atizan,
con mucha
dignidad discuten los tratados,
aspiran rapé
en plata, y siguen: «¡Pues, decíamos!...»
Aplastando
en su banco un lomo orondo y fofo,
un burgués
con botones de plata y panza nórdica
saborea su
pipa, de la que cae una hebra
de tabaco;
-Ya saben, lo compro de estraperlo.
Y por el
césped verde se ríen los golfantes,
mientras,
enamorados por el son del trombón,
ingenuos,
los turutas, husmeando una rosa
acarician al
niño pensando en la niñera...
Yo sigo,
hecho un desastre, igual que un estudiante,
bajo el
castaño de indias, a las alegres chicas:
lo saben y
se vuelven, riéndose, hacia mí,
con los ojos
cuajados de ideas indiscretas.
Yo no digo
ni mu, pero miro la carne
de sus
cuellos bordados, blancos, por bucles locos:
y persigo la
curva, bajo el justillo leve,
de una
espalda de diosa, tras el arco del hombro.
Pronto, como
un lebrel, acecho botas, medias...
-Reconstruyo
los cuerpos y ardo en fiebres hermosas.
Ellas me
encuentran raro y van cuchicheando...
-Mis deseos
brutales se enganchan a sus labios...
Biografía en: Biografia de Rimbaud
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