Gustavo Tatis Guerra
Nadie es inmune a las metáforas Se había deslumbrado con aquella metáfora inusual del poeta americano E. Cummings: “La terrible cara de Dios, más brillante que una cuchara”. ¿Por qué terrible, por qué brillante?, se preguntaba mientras devoraba con ansiedad, cucharadas de garbanzos revueltos con arroz. No había consuelo para aquel peregrinaje sin regreso. ¿De qué luz de penumbra había nacido aquello que lo encantaba? ¿Acaso de la luz nunca oscurecida de aquel verso de San Juan de la Cruz? Esta vez el amanecer lo había dejado sin aliento, con una iluminada desazón, al final de una cacería despiadada en la que nadie vendría a despertarlo ni rescatarlo de aquel abismo insondable en el que había descendido tras el espejismo de una metáfora. Hara-kiri El viejo almirante Oshibo, luego de hacerse el hara-kiri, entró a la muerte, luego de una tremenda agonía. No quiso acelerar lo inexorable. Antes que alguien se le ocurriera darle un golpe de gracia, él había dejado e...