Diógenes Armando Pino Avila

Más vale llegar a tiempo... Por: Diógenes Armando Pino Avila El sol comenzaba a calentar, abriéndose paso a la fuerza, por entre una maraña de nubes viajeras, que habían perdido el paso del viento encima del villorrio. La mañana era opaca y algo fría. Por ello, Emperatriz Sajonero, ese día, por primera vez, en sus ochenta y tantos abriles desgastados a la orilla del río en tardes de dominó y noches de tamboras; había perdido la costumbre de madrugar. No oyó los gallos y por tanto su reloj biológico lo traicionó. Despertó con una enorme pesadez, dolor de cabeza y amargor en la boca producto de la resaca acumulada de sus ochenta y tantos abriles bien vividos y mal gastados, como él mismo decía. Al momento de abrir la única y angosta ventana de su aposento y mirar la luz del día que se colaba por entre las hojas del astromelio blanco, que quedaba junto a ella, sintió en su olfato el agradable olor a flores. Sin saber por qué, relacionó este olor con la muerte, y desde ese mome...