Oliverio Girondo


Escrúpulo
Me parece que vivo
Que estoy entre los ruidos
Que miro las paredes,
Que estas manos son mías,
Pero quizás me engañe
Y paredes y manos
Sólo sean recuerdos
De una vida pasada.
He dicho "me parece"
Yo no aseguro nada.




Comunión plenaria
Los nervios se me adhieren
Al barro, a las paredes,
Abrazan los ramajes,
Penetran en la tierra,
Se esparcen por el aire,
Hasta alcanzar el cielo.
El mármol, los caballos
Tienen mis propias venas.
Cualquier dolor lastima
Mi carne, mi esqueleto.
¡Las veces que me he muerto
Al ver matar un toro!

Si diviso una nube
Debo emprender el vuelo.
Si una mujer se acuesta
Yo me acuesto con ella.
Cuántas veces me he dicho:
¿Seré yo esa piedra?

Nunca sigo un cadáver
Sin quedarme a su lado.
Cuando ponen un huevo,
Yo también cacareo.
Basta que alguien me piense
Para ser un recuerdo.


Dicotomía incruenta
Siempre llega mi mano
Más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
Y forman una mano.
Cuando voy a sentarme
Advierto que mi cuerpo
Se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
Donde yo me siento.

Y en el preciso instante
De entrar en una casa,
Descubro que ya estaba
Antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
Y que mientras me rieguen de lugares comunes,
Ya me encuentre en la tumba,
Vestido de esqueleto,
Bostezando los tópicos y los llantos fingidos.


Dietética
Hay que ingerir distancia,
Lanudos nubarrones,
Secas parvas de siesta,
Arena sin historia,
Llanura,
Vizcacheras,
Caminos con tropillas
De nubes,
De ladridos,
De briosa polvareda.

Hay que rumiar la yerba
Que sazonan las vacas
Con su orín,
Y sus colas;
La tierra que se escapa
Bajo los alambrados,
Con su olor a chinita,
A zorrino,
A fogata,
Con sus huesos de fósil,
De potro,
De tapera,
Y sus largos mugidos
Y sus guampas, al aire,
De molino,
De toro.

Hay que agarrar la tierra,
Calentita o helada,
Y comerla
¡Comerla!


¿Dónde?
¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia,
Al engaño,
A lo verde?
No estaba junto al llanto,
Junto a lo despiadado,
Por encima del asco,
Adherido a la ausencia,
Mezclado a la ceniza,
Al horror,
Al delirio.

No estaba con mi sombra,
No estaba con mis gestos,
Más allá de las normas,
Más allá del misterio,
En el fondo del sueño,
Del eco,
Del olvido.

No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
Me he perdido.

 Oliverio Girondo fue un reconocido poeta nacido en Buenos Aires, Argentina, el 17 de agosto del año 1891 y fallecido en la misma ciudad el 24 de enero de 1967, luego de haber padecido durante unos años un estado de discapacidad física provocado por un accidente. Dada la acomodada situación económica de sus padres, tuvo la oportunidad de visitar el viejo continente desde muy pequeño, lo cual le abrió las puertas a una rica formación académica. Sus primeros pasos por la poesía lo relacionaron con el nacimiento del vanguardismo en su país; colaboró con publicaciones literarias de gran importancia y por las que pasaron autores de renombre. Además de su producción poética, incursionó en la traducción con una obra de Rimbaud, aprovechando el privilegio de haber aprendido lenguas extranjeras en su infancia. Cabe mencionar que su esposa fue la también poetisa Norah Lange y que entre sus amigos se contaba el incomparable García Lorca.

Girondo no publicó muchos poemarios, pero su obra ciertamente ha llamado la atención de la crítica; algunos de sus libros son "Veinte poemas para leer en el tranvía", "Persuasión de los días" y "En la masmédula". Así como lo indican los títulos recién citados, es posible advertir en algunas de sus obras un uso poco directo del lenguaje, como se aprecia en su poema "Noche tótem".
 Biógrafía tomada de: Poemas del alma

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