Aldo Pellegrini
Sobre la contradicción
Si extiendo
una mano encuentro una puerta
si abro la
puerta hay una mujer
entonces
afirmo que existe la realidad
en el fondo de
la mujer habitan fantasmas monótonos
que ocupan el
lugar de las contradicciones
más allá de la
puerta existe la calle
y en la calle
polvo, excrementos y cielo
y también ésa
es la realidad
buscar el amor
es buscarse a sí mismo
buscarse a sí
mismo es la más triste profesión
monotonía de
las contradicciones
allí donde no
alcanzan las leyes
en el corazón
mismo de la contradicción
imperceptiblemente
extiendo la
mano
y vivo.
La máscara de medianoche
La casa
es una sombra
del vértigo
que agita las
manos de los moradores de la espera
un único
juguete
la máscara
delante del
gato inexplicable
el ente que
detiene las horas
la apacible
inexistencia de la noche del tiempo
vive la
multitud en uno
¿a quién puede
sorprender
el gato
inmóvil que contempla la espera?
las sombras
cubren el muro de la pequeña ausencia
no existe la
multitud no existe uno
sólo las manos
que se sumergen cada vez más en la sombra
para beber con
extraña avidez el cálido licor nocturno
¿a quién puede
sorprender
la visita de
la pequeña ausencia envuelta en su repetido vértigo?
la única
vigilia de la máscara
que despierta
a los ausentes
que detiene la
hora del gato inexplicable
un rayo de luz
hace más profundas
las sombras
la casa
cesa de girar
la inmovilidad
se arranca la máscara.
En voz baja
En voz muy
baja
para poder
atravesar la fragilidad de tu sueño
te haré la
revelación de las formas
te contaré la
belleza
de lo que
nunca se vive
las maravillas
que nacen imprevistas de la intensidad
del ardor
te enseñaré a
caminar con firmeza en la oscuridad
a iluminar la
noche con los deseos
a investigar
el secreto inmortal
las aventuras
galantes alineadas por orden
cronológico
de la vigilia
las borrará el
sueño que busca la mujer que todos
rechazan
la mujer que
enciende su espíritu caída en las
maravillas del
amor
Yo
despierto
predico la
absurda técnica de la irresolución
inmóvil
en voz muy
baja
te revelo
que el mundo
es una graciosa mentira inventada por el
buen humor de
los mártires.
He encontrado el secreto de tus ojos
Mírame
busco en el
fondo del pozo la cantárida dorada
y para salvar
a la noche asesino a los noctámbulos
mírame hasta
el agotamiento de las fuentes
donde el
temblor se deshace
en la
inmovilidad de tus ojos
¿desde qué día
señalado por la ausencia de horas
has dejado de
creer en la noche?
el amor es una
forma de la maduración de los ríos
es un
pasatiempo vertiginoso al borde del abismo
y tú has
comenzado a caminar por la cuerda de mis sueños
a embellecer
la muerte de los pasos.
Para que sólo
tu luz me ilumine
ordena que hoy
sea el último día
ordena que se
derrumben las alturas
arranca la
blanca mancha del sol
de otros ojos
extraños que pasan.
Mírame
mírame en la
luz de un universo sin mundos
en la luz de
esa aurora feroz
mírame con tus
dientes
y a través de
la espuma
de océanos
interminables que nos acechan.
Pesadilla litúrgica
La llama se
extingue
la calle
sembrada de cenizas
las mujeres
comercian con el fuego
los enemigos
marchan de la mano
las lágrimas
brotan de las puertas
los ciclistas
ruedan sobre los principios morales
el gran órgano
de la catedral
el humo
gris
una canción
sorda
una llama
sorda
la alegría
hace estallar las venas de los ángeles
un gemido
alucinante guía los pasos del sacerdote hacia el deleite
el asombro es
rojo
un líquido
gotea sobre el altar
la sangre la
fugacidad la desnudez
la desnudez la
inmortalidad
los ojos como
relámpagos, las mejillas veloces
las lágrimas
no brotan
tormenta de la
fugacidad
lo eterno se
paraliza
los ciclistas
corren detrás de la indiferencia
el sacerdote
acompaña con los ojos la danza
geometría de
lo agónico
suspendida en
el centro de la mirada
está la desnudez
¿habrá alguien
que pueda comprender nuestra fiesta?
Alguien que despierta
Abre tus ojos
de barro
tus ojos de
cielo y de noche interrumpida
tus ojos de
alfombra, tus ojos pisoteados
ábrete a la
luz y a la sombra y a los vientos
a la sombra
negra que arrojan los cuerpos.
Árbol de la
ceguera, de las muertes,
camino de las
desapariciones,
marchas hacia
los ojos abiertos del tiempo
hacia el agua
pura del instante que corre
cuando te
detienes te tornas invisible
cuando andas
te destruyes
sólo eres la
sombra de la idea de ser
pero con el
hueco de tu mano ves todo
por el hueco
de tu mano te derramas,
cuerpo ávido
de caricias de atmósferas,
mil veces
impasible, mil veces tierno
pero
finalmente absorbido por la nada
que corroe
lentamente el agua del tiempo.
Aldo Pellegrini (Rosario (Santa Fe) 1903 – 1973),
poeta, ensayista y crítico de arte argentino.
Dos años
después de la publicación del Primer manifiesto surrealista de André Breton en
1924, fundó junto a sus compatriotas argentinos Marino Cassano, Elías Piterbarg
y David Sussman el primer grupo surrealista de Sudamérica en Argentina, que
desemboca en la publicación de dos números de la revista Que en 1928.
También fue
fecunda su amistad con su colega en poesía Enrique Molina.
Pellegrini
participó en la creación y edición de las revistas Ciclo, Letra y Línea, A
partir de cero. Su importante obra poética fue reunida en un volumen bajo el
título La valija de fuego, publicada por la Editorial Argonauta en 2001.
En el terreno
de las artes plásticas desarrolló asimismo una destacada labor como teórico e
infatigable portavoz de los primeros artistas abstractos de la Argentina,
publicando innumerables artículos en revistas especializadas de arte. En 1967
organizó en el Instituto Di Tella la importante muestra Surrealismo en la
Argentina
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