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Mostrando entradas de agosto, 2012

Ignacio Verbel Vergara

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ORIETTA Por: Ignacio Verbel Vergara Orietta está bañándose. Lo sé porque oigo caer el agua. Agua que besa y lame sus formas pródigas. Orietta siempre me gustó. Desde la infancia. Mamá la trajo una tarde, la puso entre Arnoldo y yo y nos informó : “Es Orietta, prima de  ustedes.” A Arnoldo le gustaba jugar von avioncitos, carros y caballos de palo o de plástico, pero yo solo quería estar con Orietta, frente a sus ojos negros y brillantes. En la noche ya no quería dormir en mi hamaca sino con ella y para ella, tragándome sus olores, su risa, su voz encantadora. Mamá decía vea qué muchacho este, vaya para su cuarto y hasta me azotaba ante mi reticencia a cumplir su mandato. Orietta se unta jabón de fragancias orientales. Hasta acá me llega el aroma de la espuma que resbala por su cuerpo. Ahora, canta. A Orietta le gusta cantar mientras se baña.  Ella tiene extremidades largas y gruesas y un trasero duro y provocativo. Aunque uno puede pensar que debe tene

Ruben Darío Arroyo Osorio

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EL AMANTE I Mientras la luna intenta besar a las palmeras de las costas, los amantes ríen de aquellos que esperan su retorno. EL AMANTE II En cada infiel siempre hay un equívoco infinito: el amante desconoce los oficios –non santos- de su pareja en la otra orilla. EL AMANTE III El amante espera, mira su reloj, transpira, dibuja un paisaje en miniatura, mira al espejo para ver a quienes lo ven agonizando en su ritual. La amante sin afán alguno, perfila sus pestañas en el espejo del auto que la lleva, se da un nuevo toque de perfume. La cita se consuma: los amantes se beben el último aliento entre el aire fresco de la tarde, algunos sorbos de licor y música de ayer. regresan a sus lechos de orígenes. Es posible que mañana cada uno se pregunte entre prevenciones y viejos temores ¿Quién estará engañando a quién?. ESCENA COTIDIANA. In memoria de Jorge Ortega. Llueve. La sombra se apodera de todos los espacio

Ramón Illán Bacca

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El silencio Esa noche, todavía temprano, el teniente José Pío Álvarez, un joven tímido y de quién se decía escribía poemas, fue a buscar al general Cipriano Manjarrés —un hombre cuarentón, con fama de valiente e inflexible— para acompañarlo a una reunión de jefes conservadores. La guerra proseguía e iba para tres años, aunque ellos, los del gobierno, estaban venciendo. Josefina, la mujer del general, una mujer andina de quien se decía tenía un pasado, recibió al teniente en forma amable pero distante, como solía hacerlo. El joven y la señora se quedaron en la sala y el general subió al segundo piso para afeitarse en su recámara. Dio todos los pasos requeridos. Pidió a gritos agua caliente y Clotilde, una de las domésticas, acudió presurosa a llevarla. Afiló la barbera en la penca que colgaba de una de las sillas y empezó a afeitarse frente a un gran espejo con marco de ébano, que colgaba en la pared enfrente del corredor. Y de pronto, cuando buscaba una loción en la cómoda

Nacha Newball

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Volví a soñar contigo   Tu……… acostado en el piso , Somnoliento con los ojos cerrados , ausente , soñando , Yo….... Suavemente me deslizo y caigo a tu lado con la firme intención de hacer el amor Acaricio tu cabello, enredándolo en mis dedos, Lentamente, me acerco a ti , susurrándote al oído , diciendo un te quiero  Te abrazo, con prisa, como si me faltara el tiempo, Te abrazo casi con apuro, Te abrazo y deposito en tu cuerpo todo lo que siento. Sutilmente, huelo cada espacio que tengo a mi alcance en el territorio opuesto, mis labios se juntan y simulan un mordisco dando con ellos un paseo por la espalda descubierta , mientras tanto todo tu cuerpo erizado ……..tiembla Pronto me doy cuenta que la camisa nos separa, como un obstáculo a vencer, como una niña traviesa , busco los botones con picardía con risa , y los quito deshaciéndome de inmediato de esta prenda incómoda para el momento , quedamos piel a piel , eres todo mío , soy toda tuya

Nora Carbonell

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En Granada, la luna En Granada, la luna enciende temprano los naranjales de la Alhambra. Invisible, Federico deambula por las callejuelas de la morería, y en las cuevas del Sacromonte los gitanos taconean sobre el tablao de la noche. Nosotros, invadidos por la embriaguez de los viajeros, también vagamos insomnes y delirantes por las orillas del Darro, ilesos caminamos entre el fuego de las luciérnagas. Lisboa, Saudade Cierro los ojos y regreso a Lisboa. Inmóviles, los navegantes vigilan el infinito. Los blancos mástiles cruzan la niebla antigua del puerto. El lento ferry sesga el agua dócil de invierno. Margot se busca en el mapa humedecido por la lluvia (ella buscaba un recuerdo que se negaba a abandonar). Aquel desconocido, manos fuertes, pulsera de plata nos lleva hasta el fado, señor musical de la nostalgia. En el bar, los marineros hablan en babélico rumor y la seducción persigue las hambrientas so